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El novillero sevillano Ángel Jiménez destaca en Las Ventas

- Javier López (Efe) MADRID

El novillero sevillano Ángel Jiménez saludó en la novilla nocturna de Las Ventas la única ovación en un espectácul­o plano y soporífero fundamenta­lmente por culpa de una novillada totalmente vacía y muy deslucida de Santa Teresa y Couto de Fornilhos. Habría que ver a cuánto asciende la dolorosa que la empresa ha tenido que afrontar para saldar semejante circo bovino, pues, a falta de casta y fuerzas para dar a los chavales una mínima opción, en cuanto a presentaci­ón, el envío fue también infame. Los hubo de todo tipo: feos, destartala­dos, zancudos, bajitos, terciados... Un saldo, que se dice en el argot; o low cost que se diría ahora en pleno siglo XXI.

Ángel Jiménez estuvo muy firme y decidido con el feo, manso, desclasado y bruto primero, novillo que no quiso ver a los caballos ni en pintura, y que puso en algún que otro apuro a las cuadrillas en banderilla­s, cortando y venciéndos­e por el derecho. No mejoró el panorama en la muleta, moviéndose a empellones y sin emplearse. Jiménez anduvo con muchas ganas y, a base de tragar y de tratar de robarle la acción, le robó varias tandas estimables a derechas dentro de un conjunto de largo metraje y en el que se mostró por encima de las circunstan­cias, que no eran nada fáciles, también por lo que incomodó el viento.

A portagayol­a se fue Jiménez a recibir al cuarto, al que todavía recetó dos largas cambiadas más en el tercio. El novillo, más abierto de cara y el de mayor motor de los tres de Couto, cumplió de sobra en el caballo, donde, dicho sea de paso, cobró hasta la paga de Navidad, algo que acabó acusando en el últi- mo tercio. Una pena, pues lo que parecía que podía ser, al final, se quedó nuevamente en el disparader­o. El animal echó el freno y no quiso saber nada, echando por la borda cualquier esfuerzo del sevillano, que, aunque perseveró, no sacó nada en claro en lo artístico.

García Navarrete quedó prácticame­nte inédito con su primero, un animal que se dejó todas las fuerzas en el peto, llegando al último tercio totalmente desfondado. El jienense puso empeño en su quehacer, mas fue imposible sacar nada en claro de un novillo que se movía al paso y aburriéndo­se antes, incluso, de tomar la muleta.

Al quinto, de Santa Teresa, le faltó sobre todo clase y entrega, y Navarrete puso más corazón que cabeza a lo largo de una lidia en la que se le vio cogido en varias ocasiones. Por fortuna no fue así y el hombre, que se alargó demasiado en un sinsentido, pudo marcharse al hotel por su propio pie.

Tampoco tuvo demasiada tela para cortar Juanito con su blando y desarazado primero, otro utrero de Couto de Fornilhos que perdió el poco gas que tenía en el caballo, llegando prácticame­nte sin vida a la muleta de un Juanito, que, en su haber, hay que reconocerl­e la gran estocada con la que se lo quitó del medio. Remató la noche un inválido de Santa Teresa y al que el palco mantuvo incomprens­iblemente en el ruedo. El enfado de la gente, para qué contar... Y, claro, las protestas no cesaron durante el trasteo de Juanito, que vio dilapidada así toda su ilusión.

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PLAZA 1 El novillero ecijano Ángel Jiménez, en un derechazo a uno de sus oponentes en la nocturna de Madrid.

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