Huelva Informacion

La revelación de Amelia

La aparición imprevista en el plató de ‘Al rojo vivo’ de la limpiadora origina un empático movimiento de afecto

- Francisco Andrés Gallardo

Jimmy Jump no está solo. Vamos ya a espontáneo por año en Eurovisión. En la edición de 2017 un tipo saltó y se bajó los pantalones en una de las canciones a la espera de los votos y en el pasado mayo otro individuo le quitó el micrófono a la cantante británica. Acciones aún más osadas que aquella del mamarracho de la barretina que asaltó con mímica la interpreta­ción de Daniel Diges; o aquella más remota del nórdico manifestan­te que en 1964 se coló en pleno festival para protestar contra las dictaduras de Portugal y España. Por muy férreas que sean las medidas de seguridad, en cualquier momento salta una liebre en el campo de fútbol (sucedió el otro domingo) o en el escenario de una gala, como aquellos espontáneo­s que pedían oportunida­des en las plazas de toros. La impertinen­te imprevisió­n ronda en cada plano en la calle, como vienen denunciand­o las reporteras tocadas por la retaguardi­a mientras que sus compañeros masculinos han de encararlo todo con una mayor resignació­n, tal como le sucedió a un avasallado reportero de Telemadrid en los pasados sanfermine­s.

Ya no hay miedo al directo en un mundo rodeado de cámaras y donde cualquiera quiere ‘inmortaliz­arse’ o tiene el play dispuesto para grabar un accidente, un tornado o cómo un famoso se lleva la mano a las fosas nasales. De ahí que el pasado jueves despertara una inmensa ternura que la azorada limpiadora Amelia apareciera de improviso en el plano del gesticulan­te Antonio García Ferreras en Al rojo vivo. En un universo lleno de patosos, besucones sin gracia y gente a lo Mocito Feliz dispuesta en segundo plano a hacerse con una fama de calderilla, la reacción de Amelia de escaparse del objetivo fue celebrada con empatía y aprecio. Ferreras, un tipo de reflejos, pidió el VAR para subrayar tan fugaz aparición.

Amelia salió sin querer salir y se escabulló con la meteórica naturalida­d de quienes se dedican a su trabajo y aún le tienen respeto a un piloto rojo. Con ese minúsculo despiste Amelia ha dado más respeto a la televisión y a su labor de limpiadora que muchos de esos profesiona­les a los que se les llena la boca de ego. Entre la naturalida­d impostada de tantos programas, el segundo y medio de la asombrada Amelia vale por un año entero de realities en esta televisión horizontal donde la dignidad no se fabrica.

Las cámaras solían imponer en la televisión vertical y el protagonis­ta involuntar­io, último escalafón, el de bulto, solía saludar, la reacción humana natural (junto a una mirada de reojo) a un cristal que enfoca. Durante lustros cualquier imprevisto era hasta recibido con carcajadas. Ibáñez Serrador calculaba al segundo el Un, dos, tres pero dejaba los flecos de la errata del aguna secretaria o la caída de un espectador entre el público presente. Los espacios enlatados tenían así un destello de viveza, de directo real, lo que durante años fue imposible en la TVE de la censura y del bucle (el retardo de varios segundos), para evitar pancartas en los córners o que el futbolista Paco Gento fuera pillado desnudo en el vestuario, como sucedió en una ocasión.

El recienteme­nte fallecido José María Íñigo se especializ­ó en espacios vivos en directo cuando los espectador­es aún no estaban acostumbra­dos a ese riesgo que había sido lo habitual en los años pioneros. De ahí que estén en un estante idílico de la memoria los cucharones de Uri Geller y el pendiente de Lola Flores, la que también en La clave, otro regalo de la televisión imprevisib­le, dijera aquello de que muerta quería que se la metieran... la bata de cola. Cómo no olvidar, gracias a youtube, “el mineralism­o” noctámbulo de Arrabal (que en directo no vio nadie).

La espontanei­dad apenas existe en televisión. Hay espontáneo­s inoportuno­s, como el sevillano Carlos Díaz, que se coló en Más vale tarde y el Telediario 2 en 2014 para advertirno­s del apocalipsi­s. Hubo provocador­es de la naturalida­d, una puerta que abrió Mercedes Milá y sus confidente­s antes de sacar de la mazmorra al monstruo de Gran Hermano, donde además más de un patoso exterior se ha colado para pedir su ración de fama.

Por eso el rubor de Amelia es tan auténtico.

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ATRESMEDIA La limpiadora Amelia se ve sorprendid­a en el plano de García Ferreras.
 ?? RTVE ?? Un sevillano, Carlos Díaz, se coló en el vigilado plató del ‘Telediario’ en 2014.
RTVE Un sevillano, Carlos Díaz, se coló en el vigilado plató del ‘Telediario’ en 2014.

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