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CONFRONTAR, EL ÚNICO PLAN DE MATTEO SALVINI

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SEIS países europeos –entre ellos, España– se han mostrado dispuestos a acoger a los inmigrante­s que están en el Open Arms, pero el ministro del Interior de Italia, Matteo Salvini, impide el atraque en la isla de Lampedusa, en contra del criterio del propio presidente italiano, Giuseppe Conte. El Open

Arms le ha entregado a Salvini el motivo de su precampaña electoral, ahora que el populista italiano ha roto el Gobierno con el objetivo de celebrar unas elecciones que pueden darle una amplia victoria. Más allá de la confrontac­ión, Salvini no aporta nada, ni tiene una idea de Italia ni sabe qué hacer con el asunto de la inmigració­n; sabe, eso sí, que es un magnífico asunto para enfrentars­e al resto de partidos, debido al impacto que la ola migratoria tiene en la opinión pública de los países desarrolla­dos. Sin embargo, los números no le dan la razón. Hasta el mes de julio, las personas que han entrado por mar en Italia son 4.890, muchas menos que las que han cruzado el Estrecho: 12.976; menos que las que han pasado por los Balcanes (5.794) y que las que cruzan por el Mediterrán­eo oriental: 28.210. No hay, pues, una crisis migratoria en Italia. Crisis fue lo que ocurrió en Alemania hace tres años, cuando se admitió a 1.3 millones de migrantes sirios, iraquíes y afganos, o la que se padeció en Andalucía con la llegada de casi 5.000 menores no acompañado­s. Pero a la vez que se denuncia el populismo estéril de personajes como Salvini, hay que cuestionar también cuál es la estrategia que siguen organizaci­ones como

Open Arms, porque países como España ya vienen realizando estas operacione­s de salvamento de manera más efectiva, regulada y sin tanto riesgo. En este barco de bandera española van 134 personas; sólo en los últimos cuatro años, España ha recogido a 110.000 personas en aguas del Estrecho. ¿Cuál es la solidarida­d a la que apela esta organizaci­ón de países como el nuestro? Hay que comprender el fenómeno como una estrategia propia de una organizaci­ón activista que, motivada por fines solidarios, busca poner a los gobiernos en jaque, pero tampoco podemos caer en el error de pensar que Open Arms y otras organizaci­ones similares son las únicas que actúan de modo humanitari­o ante este problema. Es más, son los gobiernos los que tienen el mandato de la ciudadanía para regular sus fronteras y para limitar las entradas ilegales. La demagogia en la que algunas veces se incurre sólo sirve para oxigenar a dirigentes como Salvini.

Italia no vive una crisis migratoria; por el Estrecho han cruzado este año el triple de personas que por las costas italianas

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