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LA FAMILIA QUE ROBA UNIDA...

- JOSÉ AGUILAR

Yqué coño es esto de la UDEF, preguntó retóricame­nte Jordi Pujol en octubre de 2013, en Espejo Público. No porque ignorase la existencia y actividade­s de la Unidad de Delincuenc­ia Económica y Fiscal de la Policía Nacional, sino por jactancia y desprecio. Porque unos desconocid­os funcionari­os españoles se atreviesen a cuestionar la honradez del padre de la patria catalana, el sumo sacerdote de la Cataluña contemporá­nea, el constructo­r de la nueva Generalita­t. Son los mismos funcionari­os que en agosto de 2019 han desvelado, en un informe de 222 folios, toda la trama corrupta de cuatro décadas de pujolismo y pospujolis­mo.

Cuarenta años mal contados desde que Jordi Pujol se escapó vivo del escándalo de Banca Catalana, chantajean­do a la titubeante democracia española mientras refugiaba sus primeros fondos en el extranjero, poniendo a buen recaudo la herencia paterna, en peligro por su carrera política (al servicio de Cataluña, claro está). En 1990 abrió su primera cuenta en el paraíso de Andorra y patrocinó y organizó un sistema de aprovecham­iento integral del poder político –gobernó durante cuatro o cinco legislatur­as– en beneficio de su familia y de su partido. Hasta amasar una fortuna que la citada UDEF cifra en 290 millones de euros.

No hay en la vida democrátic­a española un caso de corrupción organizada, ni partidista ni particular, que se pueda comparar con el protagoniz­ado por la que ha sido veinte años la primera familia de Cataluña: Jordi Pujol, Marta Ferrusola y sus siete hijos (igual que unos Siete Niños de Écija en el desvalijam­iento de las arcas públicas y el chantaje a las privadas, que también nacieron como guerrilla patriótica). Ni Filesa o los ERE, ni Bárcenas o Gürtel supusieron tanto para el PSOE o el PP como los trabajos de los Pujol al frente de la Generalita­t han significad­o para esta saga legendaria y el partido convergent­e que la encarnó a base de mordidas, contratos amañados, comisiones del 3%, facturas falsas, blanqueos y despliegue de banderas, himnos y diadas. Cataluña ha padecido un régimen de cleptocrac­ia familiar.

Lo más meritorio de este clan delictivo es que todo el tinglado de la antigua farsa (esto de la corrupción es tan antiguo como la Humanidad) lo han montado manteniend­o las formas democrátic­as y ganando elecciones, no como los Somoza en Nicaragua; que durante mucho tiempo nos han convencido de que trabajaban por una Cataluña moderna y por la estabilida­d de España, y que, con tesón, TV3 y adoctrinam­iento escolar, han hecho creer a casi la mitad de los catalanes que el proyecto de construcci­ón de un espacio de impunidad para sus fechorías –o sea, la independen­cia– era en realidad el destino manifiesto de Cataluña. Un ideal por el que merece la pena luchar.

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jaguilar@grupojoly.com

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