Huelva Informacion

Se ‘torrestrel­ló’ la tarde

- Paco Guerrero

FERIA DE LA VIRGEN DEL MAR GANADERÍA: seis toros de con el hierro de Torrestrel­la de justa presencia en y deslucido juego en líneas generales. El mejor, el quinto.

TOREROS: Román: saludos; silencio. David de Miranda: saludos tras aviso; saludos. Luis David: saludos; oreja. INCIDENCIA­S: Un tercio de entrada en tarde de buena temperatur­a.

Sí, se torrestrel­ló la tarde. Enterita y por tó. Ahí, miserablem­ente rota se quedó por las espadas toreras y sobre todo por una corrida de Torrestrel­la muy vacía de todo, pero principalm­ente del fondo necesario donde hurgar para hacer af lorar casta y raza. Fundida y ensimismad­a en dos faenas sinceras y bien trazadas en el temple de David de Miranda, muy especialme­nte la que concretó frente al quinto.

El conjunto se pierde entre las prisas de un Román con poco ralentí en su primero y los pocos argumentos de movilidad que desarrolló el cuarto.

La única oreja del festejo se la llevó Luis David. Una estocada rotunda que el tendido aprovechó para reclamar por cerrar aquello en buen aire.

Se habían atrancado las espadas de mala forma en los tres primeros toros. Se le había atrancado también a los pupilos de Torrestrel­la el fondo de raza necesario para emplearse de verdad y tirar para adelante.

Quizás tampoco se sintieron motivados al menos en esa labor áspera de muleta con la que Román trato al primero de la tarde. Fue el de más duración de los tres, antes de que llegara la merienda y salvara los muebles de una tarde con poco público en el tendido y los toreros pinchando las uvas.

Del conjunto hay que sopesar con mérito una labor seria y con un deje de templanza de David de Miranda. Suyos fueron esos capotazos que llevaron con temple al segundo de la tarde por la senda de lucir y encontrars­e con el tendido. Suyo es también el mejor esbozo de faena en ese primer compás de la tarde elevado en dos series por la diestra y una de más verdad con la izquierda hilvanando el toreo alrededor de un toro con más clase que sus hermanos anteriores, pero claudicand­o poco a poco a no ir más allá del límite que su casta le dejaba ir. Miranda quiso administra­r esa bondad dejando respirar a su oponente. En esa dulzura del muletazo se pierde quizás la emoción que necesitó la faena del onubense. Se metió el torero entre los pitones y ahí acabó ya todo. Aun así ese guión de faena queda en su favor de manera rotunda. Los aceros se llevaron lo poquito que hubiese podido quedar y el tendido, cariñoso, le agradeció con una ovación su entrega.

No había tenido mal aire el comienzo de faena de Román frente al que abrió plaza. El valenciano terminó arrollando demasiado la faena con demasiados toques a la muleta por parte del animal, y en una ejecución demasiado eléctrica en el trazo que una y otra vez llevó la muleta. Lanceó con mucha determinac­ión a ese primero que después en banderilla­s se pondría una mijita gracioso en probarle al valor a Raúl Martí y El Sirio. No ayudó en nada a la lidia esa serie de toques a la muleta por parte del animal y en esa frontera que deja inéditas muchas cosas, Román salvó con dignidad el trance. La espada le quitaría esa parte de dignidad porque la atravesó y la cruceta tampoco fue aliada.

Poquita cosa de toro tuvo ese primero de Luis David. Larga cambiada queriendo caldear el ambiente y tres pares de rehiletes afrontados con más decisión que lucimiento dejaron abierta la puerta a que el tendido se enganchara definitiva­mente a la tarde. Pero a pesar de todo, no había toro. Se había desmoronad­o entre un toreo despegado y sin rematar el muletazo del mexicano.

Llegó la hora de merendar y con ella la calma para esperar que se repitieran otros tres actos más.

Se veía venir y llegó. “Queremos toros”, gritó el tendido. Y en eso llegó Román, que se había enfrascado en faena imposible, se fue a por la espada y aquello se paró. La faena, claro está, porque el de Torrestrel­la llevaba en situación de parking preventivo desde que Román montó la muleta. Ni uno. Lo justo para dejar más patente aún el naufragio del encierro de la divisa gaditana.

Las palmas, esta vez de tango, no presagiaba­n nada bueno. Al menos nada distinto.

Pero el quinto tuvo o ese son importante de un toro queriendo meter la cara abajo y respondien­do a esa verdad que tuvo el cite del torero onubense. Lo esperó mucho en el capote y le dejó llegar franco a jurisdicci­ón de la muleta para engarzar los muletazos de mayor profundida­d de toda la tarde. Al menos algo con lo que moldear ese toreo sincero en terrenos sinceros.

Poca a poco forjó la faena hasta ese límite que un tendido desencanta­do con la tarde se la compró sin reservas. Las dos últimas series con la diestra y el remate por bernardina­s esparciero­n la palmas más rotundas de toda la tarde. De sopor al calor, todo en ese breve tránsito que produce un instante de verdad en la lidia, pero los aceros volvieron a dejar todo eso arrinconad­o en un lugar que no merecía la tarde. Porca miseria cuando esa espada se quedó enhebrada en el costillar del que a la postre había sido el mejor toro. Fuerza sincera en esa ovación desde el tercio.

Luis David visualizó la tarde en aquello del “aquí el único que va a poder soy yo” y se arrimó de rodillas al albero para dos largas cambiadas, que después se conjugaron en un quite por lopecinas que caló en el ambiente. Mal tercio de rehiletes y una faena sin profundida­d pero de mucha alharaca a la que una soberbia espada rubricó con la única oreja de la tarde.

 ?? JAVIER ALONSO ?? David de Miranda, debutante ayer en Almería, en un pasaje del toreo al natural que realizó frente al quinto de la tarde dentro de una faena cuyo premio se llevó por delante la espada.
JAVIER ALONSO David de Miranda, debutante ayer en Almería, en un pasaje del toreo al natural que realizó frente al quinto de la tarde dentro de una faena cuyo premio se llevó por delante la espada.

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