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GRETA EN BARCO

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EN estos momentos, la joven activista sueca Greta Thunberg se dirige en barco –de vela, naturalmen­te– a Nueva York, para explicarle al mundo el riesgo climático al que se enfrenta. Como ya sabrán ustedes, Greta es una muchacha de dieciséis años, con la severa determinac­ión de una pastora calvinista, que se ha convertido en algo así como la conciencia ecológica del siglo. Un siglo, a la vista está, que tiene una conciencia tierna y sugestiona­ble, pero poco dada a razones, ya que si de razones se tratara, nadie escucharía los eslóganes de una escolar enojada, y sí a la muchedumbr­e de

científico­s que, desde hace ya muchos años, alertan del alcance y el modo en que nos afecta ese vasto fenómeno que se conoce como cambio climático.

No es poco avance que, incluso la Historia, la labor historiogr­áfica, haya incluido el clima como un factor determinan­te. Recordemos aquí La pequeña Edad de Hielo de Brian Fagan, así como El siglo maldito de Geoffrey Parker y la reciente obra de Harper, El fatal destino de Roma. Todas son obras donde se exponen los estragos que ha causado el clima antes de que existiera el motor de combustión. Es decir, que el motor de combustión, y la contaminac­ión humana, son sólo un agravante, en absoluto desdeñable, de un colosal proceso. Pero, ¿dónde hemos visto antes este ímpetu infantil, que busca limpiar el mundo, no

por el conocimien­to, sino por la fe, por el candor, apelando a una pureza intacta? Lo cuenta Runciman en su Historia de las Cruzadas. En 1212, un niño de doce años llamado Esteban se presentó en San Denis, ante el rey de Francia, para exigir la toma de Palestina. El rey no le dio ningún crédito, pero el éxito de su predicació­n fue tal, que millares de muchachos marcharon a pie para embarcarse en Marsella con destino a Jerusalén. En Colonia, un niño llamado Nicolás haría lo mismo, pero partiendo desde Génova. Es lo que se conoce como La Cruzada de los Niños, luego convertida en relato por Marcel Schowb. Como era previsible, la mayoría de ellos perecieron o fueron esclavizad­os sin haber pisado Tierra Santa.

Como digo, Felipe de Francia no hizo ningún caso a Esteban, a pesar de lo cual concitó a una multitud expectante. La joven escolar Greta Thunberg va a ser escuchada en la ONU sin que sepamos muy bien por qué. También Savonarola y Calvino predicaron con éxito la purificaci­ón por el fuego. Se da así el caso de que el mundo, una vez más, desconfía del hombre y aguarda, sobrecogid­o, el milagro de una niña en barco.

Se da el caso de que el mundo, una vez más, desconfía del hombre y aguarda, sobrecogid­o, el milagro de una niña en barco

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MANUEL GREGORIO GONZÁLEZ

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