Peter Weir, el todoterreno
El director de ‘El año que vivimos peligrosamente’ y ‘El club de los poetas muertos’ cumple hoy 75 años
Al oír el nombre de Peter Weir, solo los más cinéfilos lo reconocen. Pero cuando se añade que es el director de El año que vivimos peligrosamente, El club de los poetas muertos, El show de Truman o Único testigo, muchos se sorprenden de que la misma persona esté detrás de títulos tan diferentes. Porque si hay algo que caracterice a este australiano es que en sus 75 años de vida –que cumple hoy– ha hecho todo tipo de cine y siempre con la calidad por bandera.
Desde historias políticas a thrillers pasando por dramas románticos, bélicos o películas de aventutas, Weir es uno de esos realizadores que sabe adaptarse a cualquier género. Pero si hay algo que destaque sobremanera en la trayectoria de este australiano es su capacidad para ver la calidad interpretativa en los actores. No sólo ha dado algunos de sus mejores papeles a actores a veces encasillados (Harrison Ford, Mel Gibson, Jim Carrey), sino que ha ofrecido oportunidades en apariencia descabelladas pero tremendamente acertadas como dar a Linda Hunt el papel de su vida... sólo que era el de un hombre.
Weir debutó en el cine con Homesdale (1971), una mezcla de comedia y drama a la que siguió una historia de ciencia ficción, Los coches que devoraron París (1974), pero fue Picnic en Hanging Rock (1975) la que hizo sonar su nombre fuera de Australia. El thriller sobrenatural La última ola demostró la habilidad de Weir para cambiar de género sin perder fuerza y fue su primer éxito internacional. Aunque sería su siguiente trabajo, Gallipoli, un drama sobre la célebre batalla de la Primera Guerra Mundial, el que lo situaría entre los directores más destacados de los primeros años 80.
También con Mel Gibson rodó El año que vivimos peligrosamente, un drama político romántico con el periodismo como hilo conductor ambientado en el momento de la caída de Sukarno en Indonesia, en 1970. Una historia violenta y sensible con un reparto en el que también estaban Sigourney Weaver y una Linda Hunt que sorprendió con ese papel masculino que le valió el Oscar a la mejor actriz de reparto. La música de Maurice Jarre, la fotografía de Russell Boyd y la química entre Gibson y Weaver hicieron de este título una película de culto. A continuación llegó su salto a Hollywood con Único testigo (1985), un thriller que logró ocho nominaciones a los Oscar, pero aquel año arrasó Memorias de África y sólo se llevó dos: poco para una película que ha resistido como pocas el paso de los años. Su siguiente trabajo, La costa de los mosquitos, fe un fracaso de público y crítica probablemente porque se adelantó a su tiempo. Ford, Helen Mirren y River Phoenix encabezaban una película sobre un obsesionado anticapitalista.
El club de los poetas muertos (1989) fue uno de sus mayores éxitos y la relación entre el profesor que interpretaba Robin Williams y alumnos como Ethan Hawke, Robert Sean Leonard o Josh Charles, marcó a toda una generación. Pero Weir también ha sabido hacer buenas comedias románticas, como Matrimonio de conveniencia (1990) con una extraña pareja formada por Gerard Depardieu y Andie MacDowell, y buen cine de aventuras, como demostró con Master and Commander, con Russel Crowe.
Su último trabajo hasta la fecha ha sido Camino a la libertad (2010), su película más floja junto a Sin miedo a la vida (1993), ejemplos de que hasta el mejor maestro hace un borrón.
Ha rodado dramas, ‘thrillers’, ciencia ficción y títulos de aventura sin perder fuerza