Huelva Informacion

El gusto y la clase de Juan Ortega ante una mansada de Puerto de San Lorenzo

El diestro sevillano da una vuelta al ruedo al igual que Finito, y Perera es ovacionado

- Efe

La tarde en Málaga estuvo marcada por la deslucido juego de los toros del Puerto de San Lorenzo, mansos y descastado­s de solemnidad, pero a pesar de este hándicap sobresalió la clase y la torería de Juan Ortega, que pudo dejar retazos del inmaculado toreo que atesora. Con media entrada, se lidiaron seis toros de Puerto de San Lorenzo, de justa presentaci­ón y muy mansos en líneas generales. El quinto tuvo más carbón que sus hermanos. Finito de Córdoba, palmas tras dos avisos y vuelta al ruedo. Miguel Ángel Perera, palmas y palmas tras aviso. Juan Ortega, ovación y vuelta.

El primero de la tarde fue un manso declarado. Finito puso mucho empeño por intentar arrancarle algunos muletazos, dejando su sello. El cuarto tuvo un puntito de mansedumbr­e. Finito, que le enjaretó unas cuantas verónicas en el recibo, pudo luego robarle algún muletazo sobre ambas manos ya que el del Puerto de San Lorenzo iba y venía con la inercia pero sin humillar. Tampoco el torero terminó de acoplarse y la labor quedó a medias tintas.

Perera, con su primero, que sólo quería tablas consiguió arrancar algunos muletazos sobre la mano derecha que encandilar­on al personal. El fallo a espadas le privó de una posible petición de oreja. Con el otro de su lote, manso, poco podía hacer. Protestó mucho el público al animal, harto ya de la larga y tediosa tarde que se estaba viviendo. Tuvo unas cuantas arrancadas que Perera podría haber aprovechad­o mejor.

Exquisito recibo por verónicas templadas y de mucho gusto por parte de Juan Ortega al tercero, un animal que siempre llevó la cara por las nubes. Dura empresa tuvo por delante el sevillano con un manso que, para colmo, tuvo un punto de peligro. Pero así y todo hubo retazos de gusto y torería. El sexto se llevó un quite de Juan Ortega de dulce, con gusto y temple por chicuelina­s. Brindó a Perera y a Finito, y comenzó en el tercio por bajo con muchísimo gusto y torería. Lo intentó después sobre ambos pitones, pero el del Puerto siempre pegaba un gañafón al final del muletazo que deslucía todo la labor de Ortega. Al final de su lidia, como el resto de sus hermanos, fue a buscar el abrigo de las tablas.

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