Pepe Moral indulta a ‘Milhijos’, de Victorino Martín, en Sanlúcar
CORRIDA MAGALLÁNICA EN SANLÚCAR DE BARRAMEDA
GANADERÍA: Seis toros de Victorino Martín disparejos pero bien presentados salvo el primero de menor tono. Todos aplaudidos, el primero fue noble pero se rajó, el segundo con peligro, tercero con genio, cuarto con sentido y peligro reponiendo, problemas que también acusó el quinto de menor recorrido, y sexto muy bueno, indultado, un “Milhijo” número 9 negro.
TOREROS: Octavio Chacón jubón y taleguilla pardos, con galón de oro, estocada (dos orejas) y estocada tendida (dos orejas). Emilio de Justo con chaleco de tafetán verdoso y galón de oro, estoconazo (oreja) y estocada (oreja).
Pepe Moral con chaleco perla y plata, estocada trasera y descabello (saludos) y (máximos trofeos simulados en el indultado sexto).
INCIDENCIAS: Corrida Magallánica en conmemoración del V Centenario de la Primera Circunnavegación con las cuadrillas y las asistencias vestidas de la época. Tres cuartos de plaza y calor. Se desmonteraron Ángel Gómez en el segundo y Alberto Carretero en el cuarto. Se dedicó un minuto de silencio a la memoria del picador Félix Román. Gran tarde de toros en Sanlúcar con el triunfo de la terna en un festejo que supuso el debut de una corrida de toros de Victorino Martín en la provincia en el siglo XXI, porque no se lidiaba por aquí un encierro de tal hierro desde una feria de Algeciras a principios de los 90.
Y no pudo resultar mejor, con el triunfo de Pepe Moral en el sexto, indultado, en un prodigio de faena para un prodigio de embestida, la firmeza y el valor de Octavio Chacón que desorejó a ambos toros de su lote jugándose el físico, y la torería y capacidad de Emilio de Justo, que sumando una oreja de cada uno de su lote abrió también la puerta grande.
La puerta grande de una plaza que presentaba un aspecto colosal, con el ruedo alfombrado con un diseño alusivo para la efemérides a base de 20.000 kilos de sal teñida de colores y que ocupaba todo el ruedo, un guiño al alhajado de calles tradicional en Sanlúcar para la procesión de la Virgen de la Caridad. Las barreras también estaban exornadas, como los palcos de presidencia, convites y de la Infanta, con gallardetes de la época. El golpe de vista era ya un espectáculo pero la corrida superó las expectativas porque hubo emoción en los toros y entrega en los toreros con el buen público sanluqueño disfrutando de lo lindo.
Hasta con ese indulto del sexto. En este rincón que se le perdona la vida a toros con un simulacro de encuentro con el caballo, un toro de vacas como este Milhijos que fue dos veces al caballo como toda la corrida menos el primero, es un hecho verdaderamente notable.
Pero sí que fue un toro de vacas con nombre premonitorio. Moral lo vio claro y abrió faena de muleta cambiándolo por la espalda para bordar el toreo con la mano derecha. Y si el toro era extraordinario por ese pitón, al natural era sensacional, como los muletazos de Moral que ponían a la plaza en pie. Las alegrías finales, los inspirados remates... Aquello era un clamor con el público pidiendo la vida del toro. Como sería que el torero no tuvo ni que montar la espada cuando ya asomó el pañuelo naranja.
Pletórico el torero con los máximos trofeos, en su problemático primero no tuvo tanta fortuna en el lote y se pudo confiar menos para lidiar más en la periferia pero cumpliendo hasta sacar dos series con la zurda.
Lo de Chacón fue para asustar. Sobrado y dueño de la lidia y terrenos con su primero, toreó de capote a sus dos toros y especialmente a su segundo con variedad, temple y oficio. Aquel primero fue manejable y lo lidió muy bien sujetándolo porque el toro se quería ir. Tampoco era un regalo y cogió al de Prado del Rey feamente, por suerte sin más consecuencias.
Pero donde estuvo sensacional fue con el malo, el segundo de su lote. Un toro que reponía haciendo hilo y que tuvo otros hermanos con igual perversión en la corrida. Miraba y medía al torero, que en un derroche de valor y de facultades para esquivar las amenazas, terminó imponiéndose.
Chacón volvía una y otra vez a ponerse delante de ese cuarto y a sortear coladas, tobilleos y malas miradas en una pelea por ambos pitones, con mucha emoción y verdad. Dos orejas muy a ley.
Emilio de Justo dio la cara en Sanlúcar porque su primero le pidó el carnet de torero, el de conducir y hasta el graduado escolar. Un torero muy bien colocado plantando cara y agunatando de lo lindo a un toro brusco con genio y la cara alta. Oreja de ley que también peleó y se ganó en su segundo que a sus maldades de hacer hilo y buscar la zapatilla sumó lo corto de su recorrido. De Justo de nuevo puso oficio, torería y entrega.
Al final la terna, el ganadero y el empresario salieron a hombros. Después de todo esto es una vez cada 500 años.
La corrida de Victorino Martín tuvo interés pero presentó no pocas dificultades