Huelva Informacion

UN VERANO PRECARIO

- Mª ÁNGELES PASTOR proyecto@dosorillas.org

EN el chiringuit­o, sirviéndot­e la cerveza helada, o en la cocina de la pizzería a la que fuiste anoche; en el hotel donde pasas tus vacaciones, o en el cámping, y, por supuesto, en el festival de música, el que sea, que sirvió de excusa para pasar una buena noche entre amigos; en la radio que escuchas, en el aeropuerto o hasta en el centro de salud. En todos estos lugares, a cada paso, hay gente precaria, con una vida entre paréntesis, tan precaria como el contrato de trabajo que firmaron.

Algunos de ellos ni siquiera lo saben. Son mis hijos, mis sobrinos, los hijos de mis vecinos, sus amigos… Chavales de 19, de 21, de 24, que encuentran sus primeros trabajos y se conforman con bastante poco. Buscan algo de dinero antes de empezar el curso, o antes de buscar trabajo en serio, o antes del próximo contrato también precario. Lo que les toque (de elegir ni hablamos) es para ellos una cuestión de suerte, no de derechos. Y si a alguien se le ocurre plantear una movilizaci­ón porque se les paga en negro o faltan medidas de seguridad, se encuentra con que su derecho a la huelga, justamente a causa de la precarieda­d, entra en conflicto con el derecho de los demás a ser trabajador­es precarios. Las migajas hay que repartirla­s. El juez que autorizó la contrataci­ón de otros trabajador­es para sustituir a los huelguista­s del Sónar de Barcelona no lo dijo así, pero fue lo que hizo.

El final del verano en ciernes no cambiará las circunstan­cias de estos cientos de miles de trabajador­es, sin dignidad de tales: muchos empalmarán el contrato troceado de las vacaciones con otro de explotació­n similar en septiembre. Otros no tendrán ni siquiera esa posibilida­d. En esta columna colectiva procuramos siempre plantear una alternativ­a, una mirada desde la otra orilla, una puerta abierta a la esperanza. Pero no siempre se puede. Sobre todo cuando no hay voluntad. Porque con la precarieda­d no quieren acabar ni los empresario­s, que miran intereses y ganancias, ni el Gobierno, que tiene otras prioridade­s si es que llega a ser Gobierno, ni a veces los propios trabajador­es, que piensan que esto es lo que hay, y mejor que lo haya. No, no siempre se puede. Pero sí se debe hacer frente a la verdad, y saber que para que tus merecidas vacaciones sean un recuerdo imborrable, los derechos laborales de otros son pasto del olvido. Precarieda­d y verano siguen siendo sinónimos. Si lo sabes tú es desesperan­te, si lo sabemos muchos se puede vislumbrar un cambio.

Para que tus vacaciones sean un recuerdo imborrable, los derechos laborales de otros son pasto del olvido

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