EL G-7: ENTRE LA FURIA DE TRUMP Y LA MAGIA DE MACRON
EL presidente de Francia Enmanuel Macron, había planificado con detalle todos los aspectos organizativos, incluso estéticos, de la cumbre de naciones (G-7) a celebrar en Biarritz para que fuera un éxito. Con Angela Merkel en retirada, era su gran oportunidad para presentarse al mundo como el nuevo líder de Europa, en un momento en que su imagen doméstica estaba en declive. Macron sabía que el principal obstá
culo era la presencia del imprevisible, narcisista y gran alborotador Donald Trump. No podía suceder lo que aconteció en el G-7 celebrado en Canadá, en el que Trump estalló, insultó al Presidente de Canadá y se negó a firmar el documento final. Macron conoce y sabe tratar al extrovertido, ególatra e irascible Donald Trump. Seguro de sí mismo, estaba dispuesto a desplegar todas sus facultades de persuasión, seducción y empatía para ganarse a Trump. Tenía que conseguir que se sintiera cómodo, admirado y sobre todo confiado. Eliminó todos los obstáculos que le pudieran alterar. En esta cumbre no habría ningún acuerdo conjunto que firmar. En un G-7 sin capacidad legal de decisión, más importante que los contenidos son las formas.
Lo que no había previsto Macron era que en la antesala acontecieran sucesos que iban a despertar la furia de Donald Trump. Para aguar la fiesta a la que no había sido invitada, China anunció aranceles por un valor de 75.000 millones de dólares como respuesta al último ataque de Trump. En un arrebato de ira Trump respondió aumentando todos los aranceles a la totalidad de las importaciones de productos chinos hasta alcanzar el 30%, y ordenó a las empresas americanas ubicadas en China que volvieran a casa. Trump llegaba a la cumbre del G-7 exaltado, dispuesto a enterrar a un G-7 obsoleto e irrelevante, sin inf luencia alguna en el tablero internacional desde el nacimiento del G-20.
El objetivo de Macron era conseguir una cumbre unida, que lanzara mensajes positivos, en un momento de amenaza de recesión. Un deseo casi imposible. Pero Macron consiguió el milagro. Conocía a Trump y tenía una reconocida capacidad para persuadir y seducir a personas de más edad. Donald Trump salió de la Cumbre encantado, afirmando que la unidad y el consenso habían presidido la Cumbre y que invitaba a todos a celebrar la próxima Cumbre del G-7 en uno de sus complejos hoteleros en Miami. Se consiguió lo imposible: Macron invitó a Donald Trump a firmar y presentar conjuntamente un acuerdo de mínimos. Trump aceptó. Lo más sorprendente es que el clima amistoso creado por Macron facilitó que Trump anunciara el reinicio de las negociaciones con China e Irán. Macron no despreció la oportunidad de llevarse su trofeo, consiguiendo que Trump aceptara la tasa a las grandes multinacionales tecnológicas (Tasa GAFA). También se aprobó una contribución de 20 millones de dólares para hacer frente a los incendios de la Amazonia. Contribución irrelevante e inferior a los gastos de la Cumbre de 34 millones de dólares.
El espectáculo del G-7 había terminado, los actores satisfechos, Macron había conseguido sus objetivos y el clima internacional se había distendido. Pero, en el fondo, todo seguía igual.