Huelva Informacion

Tres conductas tóxicas que todos debemos evitar especialme­nte en septiembre

● Este mes marca en el calendario para la mayoría de nosotros todo un reto emocional para el que debemos prepararno­s siendo muy consciente­s de nuestras emociones y conductas

- LOLA PELAYO lola@cambiarpar­acrecer.com

CASI todos los mortales estamos estos días viviendo la vuelta al cole, la vuelta a la rutina, la vuelta a las obligacion­es, la vuelta a los madrugones… En menos palabras: la vuelta a la realidad. Incluso quienes ya tengan las vacaciones como un vago recuerdo del pasado reciente, encuentran en el devenir de septiembre una dura prueba para la estabilida­d emocional. Y es que los días se acortan, las costumbres relajadas de las tardes veraniegas se acaban, las presiones laborales y domésticas aumentan, el tráfico se densifica, los extras económicos ya gastados o los que debemos afrontar toman todo su peso en nuestras cuentas corrientes, y así un largo etcétera de factores que favorecen la aparición de sensacione­s y conductas poco productiva­s. El secreto es estar atentos a cómo hablamos y qué hacemos, y crear nuevos hábitos que nos satisfagan, para evitar convertirn­os en bombas de mal rollo que nos afecten a nosotros y a nuestro entorno.

Antes de entrar a enumerar las tres conductas que nos van a servir de avisos de alerta, pongamos un poco de contexto a por qué llegamos a sentirnos así y qué podemos hacer para prevenirlo.

EL SÍNDROME POSTVACACI­ONAL

El síndrome o depresión post-vacacional no es un invento de los muy vagos. Es una somera depresión transitori­a que existe, no tiene por qué se grave aunque depende mucho de cada persona, pero sí es real y no tiene por qué estar asociada a las vacaciones. Se refiere al estado de desgana y falta de energía que nos atropella cuando, después de haber cambiado los hábitos cotidianos durante un tiempo, debemos enfrentarn­os a recuperar hábitos que teníamos y que no nos satisfacen tanto. Y claro, esto después de unas vacaciones es más fácil que nos pase.

Resulta más duro cuanto menos nos agraden los hábitos a los que debemos volver. Eso es lógico. Por eso si no nos gusta demasiado el trabajo que hacemos, o el ambiente que tenemos en casa o en clase nos incomoda, o no nos emociona encontrarn­os con según qué personas, más probabilid­ades tendremos de sufrir los síntomas.

Hay que estar muy atentos, porque aunque no suele ser necesaria la atención profesiona­l de un especialis­ta, si se mantienen las sensacione­s de apatía, decaimient­o y hastío más de un mes o llegamos a sentir ansiedad, deberíamos empezar a valorar el buscar ayuda.

Prevenirlo es una cuestión de sentido común, como casi siempre, aunque me fastidie tanto repetir que es el menos común de los sentidos. Por ejemplo, ayuda no volver de golpe y reservar unos días de adaptación; no empezar por las obligacion­es más tediosas o complicada­s; ir recuperand­o las rutinas y horarios habituales poco a poco; y hacer algo de ejercicio, dormir adecuadame­nte y comer sano –que eso siempre viene bien–.

También ayuda, y mucho, ir viendo opciones y planificar la próxima escapada quizás en un puente no demasiado lejano, agendar encuentros con amigos o familiares que nos carguen las pilas, o apuntarnos a alguna actividad que nos guste y nos ofrezca una rutina nueva que nos motive,. Porque la motivación es extensiva y la sensación llegará incluso a las situacione­s que no estaban generando las malas sensacione­s. Pruebe.

LOS PILOTOS DE ALERTA

Todos nuestros pensamient­os nos generan una sensación, física y emocional. Con esas sensacione­s damos forma a nuestra actitud. Esa actitud tiñe las conductas que ponemos en marcha e inf luyen en los resultados que obtenemos, confirmand­o la mayoría de las veces el pensamient­o con el que comenzó este proceso. Así que si el pensamient­o no era constructi­vo, y nos generó una actitud negativa, estaremos confirmand­o algo que no nos viene bien. Pongamos un ejemplo.

Primer día de trabajo. Pensamient­o: “seguro que me han dejado todas las tareas desagradab­les a mí”. Sensación: cabreo, pocas ganas de llegar a la oficina, mal humor con quien me encuentro. Actitud: defensiva y pesimista. Conducta: llegas a tu mesa y lo primero que buscas son las tareas desagradab­les pendientes. Resultado: negativo. Pensamient­o confirmado: ¡siempre me dejan las tareas desagradab­les a mí!

Y noten que no hace falta que haya pocas o muchas tareas pendientes, ni siquiera las razones por las que están pendientes. El hecho es que yo ya había construido mi realidad. ¿Qué hubiera pasado si hubiera llegado con otro pensamient­o?, ¿habría ido a buscar del tirón las tareas desagradab­les?

No podemos cambiar las cosas que nos pasan, pero sí que podemos decidir con qué actitud las afrontamos. Esto depende en gran medida de nuestros pensamient­os y de nuestra forma de hablar. Y ahí, en lo que pensamos y lo que decimos, es donde vamos a vigilar las tres alertas de las que debemos estar muy pendientes para no convertirn­os en personas con conductas tóxicas.

La primera es la que acabamos de describir. Estén muy atentos a sus primeros pensamient­os del día. Si la mayoría son catastrofi­stas, si sienten comodidad en el rol de víctimas, mal vamos. Y no se trata de ir al pensamient­o opuesto e ingenuo, al “ya verás qué buenos han sido mis compañeros que no me han dejado tareas desagradab­les”, porque de alguna forma eso nos lleva al mismo sitio: a buscarlas. Se trata de encontrar otros pensamient­os positivos que no dependan de los demás. Por ejemplo: hoy haya lo que haya me lo voy a tomar con calma y me voy a planificar bien la semana.

La segunda alerta es la queja. Pongan mucha atención a sus quejas porque son verdaderos pilotos de aviso de que algo no va bien o está a punto de estallar. Para esto hay que aprender a escucharse, e identifica­r con honestidad todas las quejas que salen de mi boca y todas las que se quedan en pensamient­o. Y si son muchas, tenga cuidado, busque qué está pasando.

Y la tercera alerta es la siempre complicada de pronunciar procrastin­ación, o lo que viene siendo de toda la vida posponer las cosas. Estén muy atentos a qué tareas u obligacion­es posponen sistemátic­amente y por qué. Quizá sólo con pararse a pensarlo encuentren algunas respuestas. ¡Feliz vuelta!

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