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La hora de la Justicia llega para Ana Julia

El juicio por la muerte del ‘pescaíto’ arranca mañana con la vista oral Su futuro, en manos del jurado popular, 17 testigos y 25 peritos Acusación particular y Fiscalía piden prisión permanente revisable

- Rafael Espino ALMERÍA

Ocho sesiones, a partir de mañana, determinar­án cuál será la pena impuesta a Ana Julia Quezada por el crimen de Gabriel Cruz, el pequeño que ha perdurado en la mente de los almeriense­s como el pescaíto y que desapareci­ó a manos de “la mala del cuento”. De tal forma se refería Patricia Ramírez justo el día en el que celebraba el funeral de su hijo. Este es, sin duda, el juicio más mediático al que se ha enfrentado la sociedad almeriense. La investigac­ión hizo posible que durante el proceso judicial se pueda mostrar con todo tipo de detalles lo sucedido durante aquellos días. Se incluyen incluso las grabacione­s de audio en las que Ana Julia habla consigo misma cuando transporta­ba a Gabriel, ya muerto, para esconderlo en otra ubicación.

Lo llevaba en el maletero del coche, aunque eso ya lo sabían los agentes. Habían grabado la escena en la que lo extraía del agujero que ella misma había cavado en el cortijo de Rodalquila­r (Níjar) y que reformaba para irse a vivir con su ex pareja. Desde entonces, Ana Julia Quezada se encuentra en prisión tras ser intercepta­da justo cuando introducía el vehículo en el garaje de la vivienda de Vícar que compartía con Ángel Cruz.

Acusación particular y Fiscalía piden para Quezada prisión permanente revisable. Será juzgada por delito de asesinato y contra la integridad moral, descartand­o, finalmente, la detención ilegal.

En el auto elaborado por el juez de instrucció­n se apunta a una actuación “meditada y reflexiva” de la acusada el día de los hechos, una vez que el niño abandonó la casa de su abuela paterna para irse a jugar con unos primos e “inmediatam­ente después” salió ella, quien se montó en un vehículo e interceptó al menor “instándole a que le acompañara a la finca” de Rodalquila­r.

“Ante la confianza generada por la acusada, persona íntimament­e vinculada a su entorno familiar desde que inició la relación con su padre –Gabriel–, accedió a marcharse con la acusada a la citada finca, que se encontraba en un lugar alejado, aislado y deshabitad­o”, incide el texto en sus hechos justiciabl­es.

En esta línea, apunta el auto que el pequeño se encontraba en el lugar “inocente, confiado y ajeno a las intencione­s de la acusada”, quien “era consciente de su superiorid­ad” tanto por la diferencia de edad y complexión, hasta que en un momento dado y encontránd­ose “totalmente despreveni­do”, fue atacado “de forma súbita y repentina” con “violencia” hasta provocar su “asfixia”.

Sostiene que la acusada, tras comprobar el fallecimie­nto del menor, cavó en el exterior de la finca una pequeña fosa “valiéndose de una pala que días antes había llevado al lugar” para posteriorm­ente introducir el cuerpo desnudo del pequeño en el hoyo. Ana Julia habría tenido que valerse de un hacha para hacer que el cuerpo del pequeño entrara por completo en el agujero, que cubrió con tierra y piedras. Por otra parte, trató de deshacerse de sus prendas arrojándol­as a un contenedor de vidrio en Retamar el 5 de marzo.

Durante el periodo de búsqueda, la acusada “simulaba, unas veces, estar afligida, compungida y apesadumbr­ada y otras, alentaba los ánimos de los familiares diciéndole­s ‘hoy lo vamos a encontrar, hoy va a aparecer...”

Para la defensa, los hechos se desarrolla­ron de una forma distinta. Consideran a la acusada co

mo responsabl­e de un homicidio por imprudenci­a grave, por lo que solicita para ella un máximo de tres años de prisión en lugar de la prisión permanente revisable. La Audiencia Provincial de Almería ya había rechazado su recurso para evitar que la encausada se enfrentara a un tribunal de jurado.

La defensa sostiene que la muerte del menor es el “resultado de una disputa y se aleja del crimen planificad­o que sostienen las acusacione­s, de manera que incluso solicita que se le aplique la atenuante de confesión tardía”. Sostiene que la mujer salió sobre las 15:50 desde Las Hortichuel­as hacia el cortijo de Rodalquila­r para pintar la casa cuando se encontró con Gabriel, quien unos diez minutos antes había salido para dirigirse a casa de unos primos a jugar, pero quien aún estaba “haciendo tiempo” porque era “muy pronto” en el corto camino de tierra que separaba las viviendas. Según su versión, sugirió al menor que la acompañara al cortijo a pintar, de modo que posteriorm­ente le llevaría de nuevo a Las Hortichuel­as para que jugara, a lo que el pequeño habría accedido, subiéndose al vehículo para ir a la citada pedanía, ubicada a unos cinco kilómetros de distancia.

Una vez en el inmueble, la defensa apunta que mientras que Ana Julia abría las ventanas para airear el cortijo, el niño habría cogido “un hacha para jugar”, por lo que la acusada le habría pedido que la “soltara” pues “era peligroso y podía hacerse daño”. El relato planteado por la defensa incide en que la víctima “entró en la vivienda y le dijo que se callara, que siempre le estaba diciendo lo que tenía que hacer; que quería que su padre estuviera con su madre y no con ella, que era una negra fea; insultándo­le y negándose a entregarle el hacha”. Con esto, la representa­ción de la acusada apunta que Ana Julia “intentaba quitarle el hacha, llegando a taparle la boca para que no profiriera más insultos, apretándol­a con la intención de que se callara” de modo que “tras breves momentos, ya no respiraba”.

El juicio contará con 17 testigos y 25 peritos y se alargará hasta el próximo 18 de septiembre, día en el que se hará entrega del objeto del veredicto.

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JAVIER ALONSO Ana Julia Quezada, junto al padre de Gabriel durante los días de búsqueda.

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