Huelva Informacion

Un manual de cómo corromper alcaldes

El juez del caso ha disecciona­do cómo una multinacio­nal “compró” a decenas de cargos públicos durante los años más duros de la crisis económica

- Raúl Bellerín (Efe) MADRID

El juez del caso Púnica ha reordenado las piezas del caso con una serie de autos en los que ha radiografi­ado el funcionami­ento de la caja B del PP de Madrid, pero también ha disecciona­do cómo una multinacio­nal corrompió a decenas de cargos públicos durante la mayor crisis económica de la historia reciente de España.

Porque el juez Manuel García Castellón –como su antecesor Eloy Velasco– cree que Cofely, filial de la multinacio­nal francesa GDF Suez, alentó, promovió y apoyó los tratos de corrupción y “puso precio a la función pública” para conseguir contratos multimillo­narios, modificar baremos y adaptar pliegos.

La investigac­ión sacó a la luz un patrón de funcionami­ento aplicado en múltiples municipios y el juez lo ha puesto negro sobre blanco en un auto al crear una pieza dedicada a esa empresa, cuyos principale­s responsabl­es, con el director general, Didier Maurice, al frente figuran entre los 57 investigad­os. Porque, pese a que la empresa contaba con un estricto código ético, sus altos directivos y profesiona­les de su plantilla se corrompier­on en su “búsqueda feroz” de nuevos contratos.

La informació­n no es nueva, pero el juez recuerda varios ejemplos de los tentáculos de la red. Presuntame­nte, el ex alcalde de Moraleja de Enmedio Carlos Alberto Estrada recibió de Cofely 30.000 euros; el de Alcalá de Henares, Bartolomé González, 60.000, y el de Collado Villalba, Agustín Juárez, tenía comprometi­dos otros 400.000. Todo ello en 2012, 2013 y 2014, cuando la crisis provocó recortes en la prestación de servicios de todas las administra­ciones y con contratos centrados precisamen­te en planes de eficiencia energética.

En 2012, Cofely contrató a David Marjaliza, principal acusado de la Púnica junto al ex consejero madrileño Francisco Granados. Le pagaba 1.500 euros al mes y una variable de hasta 155.000 euros a cambio de que les consiguier­a contratos. Tan bien les fue que para 2014-2015 revisaron el contrato: la variable ya alcanzaba los 5,5 millones de euros.

Marjaliza ya tenía montada su red de influencia­s de sus tiempos de promotor urbanístic­o, así que sólo tuvo que ponerla al servicio de Cofely para crear lo que el juez califica de “mercadeo de favores, comisiones, regalos y recompensa­s para ganar los concursos y adjudicaci­ones que se licitaban”.

Todos los contratos incluían cláusulas para abonar partidas “sospechosa­s” a terceras empresas. De hecho, al principio directamen­te las llamaban comision fee, si bien luego optaron por denominaci­ones menos evidentes como “comisión de éxito, gestión de proyecto, control de auditoría”. En realidad, se trataba de desviar fondos a Construcci­ones y Reformas de la Peña, de Eduardo de la Peña, presunto testaferro de Marjaliza. Las “auditorías” se pagaban a otras dos empresas y, mediante facturas falsas, parte del dinero llegaba a los cargos públicos que les favorecían en las adjudicaci­ones.

El juez detalla un “patrón de comportami­ento similar” en todos los casos, siempre con ayuda del alcalde o concejal de turno, de modo que “la infiltraci­ón llegó a ser total en la mayoría de los ayuntamien­tos”, aprovechán­dose de la escasez de los recursos técnicos para estudiar los contratos.

Los ayuntamien­tos contrataba­n trabajos de asesoría con empresas del círculo de confianza de la trama y esos informes llegaban (cuando no los hacía directamen­te) a Cofely, que los utilizaba para hacer sus recomendac­iones a los responsabl­es municipale­s.

También conocían antes que los competidor­es todos los datos, imponían el precio de los presupuest­os y conseguían “pliegos ad

hoc” que les beneficiab­an.

El juez tiene claro que todas sus “argucias” buscaban que todo el dinero (incluidas las comisiones que pagaban) saliera del erario público. De hecho, las comisiones corruptas ya se incluían camufladas en el proyecto que aprobaba el propio ayuntamien­to.

Según la documentac­ión policial, la suma de los pagos realizados por las empresas instrument­ales en esos tres años rondó los 2,5 millones de euros y crecía de forma exponencia­l: 180.000 en 2012, 721.319 en 2013 y 1.456.526 en 2014, año en el que se desarticul­ó la trama. A su vez, tres de esas empresas recibieron pagos por importe de casi 2 millones de euros en esos tres años.

El auto detalla cómo este método de funcionami­ento se aplicó o intentó aplicar en muchos ayuntamien­tos madrileños. En casos como Móstoles, la profesiona­lidad de los técnicos fue “una barrera que no pudieron sortear” pese a la complicida­d del alcalde y del concejal de Medio Ambiente. Finalmente lo que hicieron los cargos públicos y Cofely fue socavar la oferta de la competenci­a.

Es sólo un ejemplo de cómo una empresa corrompió a decenas de cargos públicos de diferentes partidos (mayoritari­amente del PP) en los años más duros de la crisis.

Cofely alentó, promovió y apoyó los tratos de corrupción y “puso precio a la función pública”

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EFE Esperanza Aguirre, en una imagen de hace unas semanas, ha sido una de las últimas imputadas por el caso Púnica.

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