Huelva Informacion

Una vida llena de sombras

La dominicana llegó a Las Negras tras 20 años en Burgos, de donde arrastraba un pasado oscuro e incluso la muerte de su primera hija

- R. Espino ALMERÍA

De Ana Julia Quezada se ha estudiado hasta el último detalle de su vida. Cuarenta y cinco años y un periplo que no ha dejado indiferent­e a nadie tras las numerosas confesione­s de aquellos que la rodearon en el pasado. La dominicana llegó a España en 1992. En la República dejaba a su hija recién nacida, Ridelca Josefina, a cargo de su abuela, y al resto de su familia. Recaló en Burgos y durante 20 años forjó una fama un tanto siniestra. De ello se encargaron las personas que la conocieron justo en el momento en que conocieron que era la acusada de la muerte del pequeño Gabriel Cruz.

Desde su llegada a España, a Ana Julia Quezada se la relaciona con la prostituci­ón. Fue el oficio que le proporcion­ó sus primeros recursos económicos en España, aunque numerosos testigos, entre los que se encuentran familiares de sus distintas parejas, la acusan de haberse sabido ganar la vida “a costa de los hombres que le tendieron su mano”. En 1994, logró la tarjeta de residencia tras contraer matrimonio con un camionero que se enamoró de mientras ella ejercía la prostituci­ón. En ese mismo año quedó embarazada y posteriorm­ente nacería su segunda hija, Judit. Era una época feliz. Comenzó a trabajar en una carnicería e hizo nuevas amistades. Incluso pudo traer a España a su primera hija, la nacida en la República Dominicana, cuando esta acababa de cumplir cuatro años.

Quienes la conocían cuentan que su entonces marido, el camionero, quería incluso adoptar a la pequeña recién llegada, pero, en realidad, no tuvo tiempo de hacerlo. En 1996, con apenas cuatro meses en España, Ridelca Josefina murió. Se precipitó desde su dormitorio hasta un patio interior. Fue su pareja quien la encontró y declaró ante las autoridade­s. Ana Julia, por estar en estado de shock, no lo hizo. Los padres del pescaíto pretendier­on que esta muerte se añadiera en la causa del juicio que ahora arranca. Y es que hay quien entiende que la muerte no fue fortuita, que era demasiado complicado que una niña tan pequeña pudiera dar los pasos necesarios para llegar a la ventana y saltar al vacío.

Con el paso del tiempo, la relación con el camionero se rompió. Ana Julia lo acusó de malos tratos y se le impuso una orden de alejamient­o. Al final, divorcio.

Al poco tiempo, Ana Julia inició una relación con un hombre treinta años mayor que ella que enfermó de cáncer. Era dueño de una cafetería de un conocido club social de Burgos. Apuntan testigos y familiares que dos días antes de que el hombre muriera, “Ana Julia se presentó en el hospital con una jueza de paz y varios testigos para contraer matrimonio pero los médicos lo impidieron”. Aun así, los mismos sostienen que “se quedó con todo su dinero”.

Así hasta que hace algo más de seis años, Ana Julia recaló en Almería. Lo hizo de la mano de su última pareja burgalesa. Se instalaron en Las Negras y abrieron un local que finalmente terminaría­n llamando ‘Black’. Pero la ruptura se produjo apenas unos meses después.

Ana Julia comenzó entonces una relación con Ángel Cruz, el padre del pescaíto. En febrero de 2018, el pequeño desapareci­ó. Quezada participó en la búsqueda. Lloraba frente a las cámaras y consolaba al padre. Al final, la Guardia Civil la interceptó cuando se dirigía en coche a la casa de Vícar que compartía con Ángel. En el maletero iba el cuerpo ya inerte del pequeño. Los agentes fueron testigos del momento en que Ana Julia lo desenterró del cortijo que Quezada arreglaba en Rodalquila­r para mudarse junto a Ángel. Y es que los agentes la seguían desde hace días.

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DAVID CUESTA

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