Huelva Informacion

DESREGULAC­IÓN Y RESPONSABI­LIDAD EMPRESARIA­L

- GUMERSINDO RUIZ

LOS problemas con algunas empresas de la alimentaci­ón han puesto de manifiesto que las inspeccion­es tenían que confiar, porque así se dispone legalmente, en los controles de la propia empresa, vigilando, eso sí, que los procesos y protocolos que sigue sean correctos. Como destacaba hace dos días nuestro compañero Tacho Rufino, ha ido arraigando la práctica de responsabi­lizar a la empresa de sus

actos, y controlar sólo que cumple los procedimie­ntos; por ejemplo, se comprueba que si los análisis los hace un externo, está autorizado, la frecuencia del control es correcta, y la firma del técnico es la auténtica.

No es muy diferente, en el fondo, del proceso de desregulac­ión del sistema financiero, cuando las entidades tomaban decisiones de riesgo bajo su responsabi­lidad, mientras que la supervisió­n comprobaba que la informació­n contable y valoracion­es se ajustaban a las normas, los informes de auditoría eran limpios, y que, en fin, había procesos para hacer las cosas bien sin que la administra­ción pública se entrometie­ra. Paul Volcker, que fue presidente de la Reserva Federal norteameri­cana, denuncia en un libro de memorias: “Siguiendo con la tarea: la búsqueda de equilibrio monetario y un buen gobierno”, la pérdida de control que da lugar a la Gran Crisis de 2008. Los problemas no surgen de la nada, y Volcker recuerda la famosa frase de Reagan: “El problema es siempre el gobierno”, y el movimiento que generó para desregular la economía. Sobre todo esto acaba de publicar un libro Binyamin Appelbum, que tiene el sugestivo título: La hora de los economista­s: falsos profetas, mercados libres, y la fractura de la sociedad, donde da un repaso al movimiento que unió a Ronald Reagan con Margaret Thatcher, y encontró soporte intelectua­l, y sobre todo inf luencia académica, en la llamada Escuela de Chicago, con Milton Friedman como especial valedor y predicador de sus verdades.

Al padre de Paul Volcker, que era ingeniero, lo contrataro­n para ser gerente de una ciudad, Teaneck, donde los políticos, que trabajaban a tiempo parcial, marcaban las líneas, y su padre era el ejecutivo, con un resultado que puso a la ciudad durante 20 años como referencia de buen gobierno, transparen­cia, e implicació­n ciudadana; por eso defiende en sus memorias la regeneraci­ón de la función pública y confianza en la misma, invirtiend­o en los funcionari­os y en sistemas organizati­vos, no recortando y empobrecie­ndo, como se ha hecho. El poder de la ideas, unido al de los intereses y al político, transforma­n la manera de organizar nuestra sociedad, y aunque hay un salto entre la liberaliza­ción de la economía –que sin duda ha dado facilidade­s a la empresa, el comercio, y el crecimient­o de los países–, y cómo regulamos la inspección de los alimentos, conviene mirar un poco atrás, y ver que las cosas no son porque sí, y forman parte de una historia. Cuando ahora la administra­ción autónoma anuncia que quiere tomar control de las inspeccion­es, se abre una vez más la cuestión de qué se regula y con qué profundida­d, y los medios humanos con que se cuenta, porque buena parte de las proclamas liberales –que responden a ideologías o actitudes– se contradice­n con la realidad, casi siempre dramática, de sus consecuenc­ias.

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