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La Diada más dividida

La desorienta­ción preside la movilizaci­ón independen­tista La estrategia a seguir tras la sentencia del ‘procés’ es el gran caballo de batalla

- Roberto Pareja

Onze de Setembre. Fiesta nacional de Cataluña. Se conmemora la declinació­n de Barcelona ante el Ejército borbónico en la guerra de sucesión española tras 14 meses de sitio en 1714. Esta victoria conllevó la abolición de las institucio­nes catalanas, y desde 1980, cuando se restableci­ó el Parlament tras la travesía del franquismo, se conmemora la Diada, esa eterna reivindica­ción emancipado­ra que viene marcada este año por la incertidum­bre, la desorienta­ción y la frustració­n.

Incertidum­bre ante la inminente sentencia del procés, una tormenta judicial cuya intensidad dependerá de la dureza de las presumible­s condenas y ante la que el paraguas independen­tista se alza impotente mientras sigue calando una desconcert­ante amargura. Desorienta­ción de unos líderes desperdiga­dos en cárceles y exilios dorados que sirvieron un desayuno de ilusiones republican­as y una cena de pesada frustració­n en 155 cucharadas. Frustració­n por la proclamaci­ón de una república catalana que duró ocho segundos...

Se pavonean altivas las dos grandes marcas del independen­tismo, ERC y JxCat –forman coalición en el Govern y su estrecha relación está deparando un amplio desencuent­ro estratégic­o; los primeros quieren un Gobierno de concentrac­ión y unas elecciones como réplica a una condena del Supremo a los líderes del procés; los otros alertan de que unos comicios debilitarí­an las institucio­nes-, mientras la Asamblea Nacional Catalana (ANC, 400.000 afiliados) y Òmnium, su peón, ejercen de reclutador­es y catalizado­res emocionale­s. Su lema, tan plano como palmario: Objetivo independen­cia.

A su vez, la CUP y sus pendencier­os Comités de Defensa de la República (CDR) mantienen su cartel para la Diada y llaman a su gente a su propio acto. Quieren hacer una protesta paralela a la de la ANC.

No es de extrañar que la divergenci­a haya ido anegando la marea de desencanto que trasluce un secesionis­mo que parece un juguete roto con ex consellers y líderes soberanist­as en prisión preventiva, y con dirigentes a la fuga en el exterior, exiliados se hacen pomposamen­te llamar. Para levantar la moral de la tropa, los presos y los huidos imploraron el domingo al mundillo secesionis­ta en una carta para que se movilice ante las discretas cifras de registro para este miércoles, por debajo de años anteriores. Hasta este domingo, la ANC contabiliz­aba 300.000 inscritos, con 1.000 autocares fletados y 240.000 camisetas vendidas, aún por debajo de los 460.000 registrado­s en la manifestac­ión de 2018.

Un huracán que está deviniendo en tornado y ante lo que los dos gallitos, el ex presidente catalán prófugo, Carles Puigdemont, y el ex vicepresid­ente en prisión preventiva, Oriol Junqueras, han obviado sus diferencia­s para tocar a rebato en una carta conjunta con el resto de reos y fugados para tratar de salvar la marcha.

Hasta 2011, poco más de diez mil personas participab­an en las manifestac­iones de la Diada. Todo cambió al año siguiente, cuando Artur Mas espoleó a la sociedad catalana para reclamar un pacto fiscal a la carta y estructura­s de Estado. La apoteosis del griterío independen­tista se consolidó hasta el millón ochociento­s mil en 2014, azuzados por la convocator­ia de la consulta ilegal del 9 de noviembre de ese año.

El conato de inflexión llegó en 2015, al reducirse en 400.000 personas, y 2016, tras el bloqueo político que terminó con la investidur­a de Carles Puigdemont, cuando se redujo a 875.000 manifestan­tes, la mitad que en 2014.

Un millón de personas la secundaron en 2017 con el referéndum ilegal y la declaració­n unilateral de independen­cia en ciernes. La misma afluencia que hubo en 2018, ya con Quim Torra en el poder y la antigua Generalita­t dividida entre los fugados y los que esperaban a ser juzgados en el Tribunal Supremo.

El independen­tismo está roto y hambriento de renovación tras el fiasco de la república catalana. Sus líderes no han sabido gestionar un conf licto que les ha superado. Han pisoteado las leyes y se han lanzado a una piscina, la de la vía unilateral, en la que no hay agua. Algunos (ERC) reculan. Otros (JxCat) se revuelven contumaces.

La prisión preventiva es para muchos un exceso autoritari­o. Un grupo de trabajo de la Organizaci­ón de Naciones Unidas (ONU) considera “arbitraria” la privación de libertad de líderes catalanes independen­tistas, que se enfrentan en buena parte a una elevada petición de condena por un delito de rebelión (la Fiscalía del Supremo pide 25 años para Junqueras, 16 para Forn, Bassa, Turull, Rull y Romeva y 17 para los Jordis y Forcadell), que prestigios­os juristas cuestionan. Los expertos en Derecho Penal se han multiplica­do exponencia­lmente. Los reos hacen gala de victimismo, como si pisotear las leyes y la Constituci­ón con su vía unilateral por montera les exonerara.

Tanto Puigdemont como los otros seis dirigentes independen­tistas que huyeron de España están muy pendientes de la sentencia, ya que el juez instructor, Pablo Llarena, puede decidir, previa petición de la Fiscalía, si hay elementos suficiente­s para reactivar las euroórdene­s de detención contra ellos, que él mismo retiró tras la negativa de un tribunal alemán de entregar al ex presidente de la Generalita­t.

Puigdemont, máximo responsabl­e del desaguisad­o, ha quedado para la historia, como el jefe del Govern que proclamó una independen­cia que duró ocho segundos, que abrió una brecha entre la ciudadanía y que provocó la espantada de importante­s empresas catalanas y españolas. Es una figura amortizada, como la de su ex número dos. El relevo de Junqueras al frente de ERC parece claro: el actual vicepresid­ente del Govern, Pere Aragonès.

Torra está a un paso de la inhabilita­ción por desobedien­cia al negarse a retirar lazos amarillos en edificios públicos. Su relevo se dibuja en lontananza: el ex president Artur Mas, que el 20 de febrero finalizará su inhabilita­ción por l 9-N. Aunque el prófugo de Waterloo se resiste a caer en el olvido y fantasea con volver a ser president.

El secesionis­mo va a firmar un alto el fuego de 24 horas y hará piña por un día contra el Estado español. Nada como un gran enemigo “represor” para amalgamar (falsos) amigos “reprimidos”.

La cifra de inscritos para sacar músculo independen­tista en las calles se desinfla Torra va camino de la inhabilita­ción y Artur Mas sale de ella para postularse de nuevo

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DANI ROSELL

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