La historia nos dejó más de una vez en casa
● Las epidemias padecidas desde el siglo XVI llevaron al cabildo a nombrar a San Sebastián Patrón de Huelva ● Se cerraban las entradas y eran vigiladas por guardias
Los tiempos son otros, lejos se veían las epidemias de las que hablan los legajos de la historia. Quedaron envueltas en viejos pergaminos y sobre hojas algunas con la tinta oxidada. Con el tiempo y los avances de la medicina se habla ahora más de virus, pero sin embargo aparece de nuevo una pandemia, la del coronavirus, que se reduce en la abreviatura Covid-19. Lo cierto es que hay que esperar que su paso no deje muchas víctimas, como ocurriera hace algo más de un siglo, con la mal llamada gripe española que comenzó en EEUU.
La historia de nuestra ciudad estuvo jalonada en el tiempo, como la de otros lugares, por episodios en los que el pueblo entendió que hacía falta una mirada a los santos. Se les hizo abogados de aquellas situaciones, no solo de enfermedades sino de catástrofes naturales, a algunos santos. En Huelva se pusieron a las entradas de la ciudad a San Sebastián y San Roque, así lo describe Juan Agustín de Mora en su Huelva Ilustrada, 1762: “Como Huelva ha sido tan castigada de la peste, como ya veremos, ha procurado a las dos entradas, y salidas del pueblo por tierra, edificar templos a los dos santos tutelares contra esta terrible plaga. Por eso en la entrada de Levante está la ermita de San Sebastián, y en la del Norte, camino de Gibraleón, estaba la de San Roque, que fue el primer hospicio de la Merced Descalza, y quedó incorporado en su convento”.
Como se sabe, con el tiempo solo quedó San Sebastián como único patrón oficial de la ciudad y al que se le continúan tributando en la actualidad los mismos honores, con su parroquia propia. Se mantiene su procesión hasta ahora, pero repasando la historia todo tiene un significado, más allá de una procesión en un domingo de enero, por las calles de un barrio con solera y tradición de degustar los palmitos.
Aquellas épocas a las que se refiere Juan Agustín de Mora no fueron nada fáciles y se tomaron medidas también de confinamiento de la población y se cerraron las entradas a la ciudad, como están ahora mismo realizando algunos pueblos de nuestra provincia como Encinasola o Punta Umbría, por citar dos ejemplos en los que no se permiten la entrada a personas de segunda residencia.
En el siglo XVI las actas del cabildo ref lejan esta situación, así en 1551 se habla de la preocupación por el brote de peste desatado en Sevilla y que afectaría a la población onubense, el 6 de mayo de 1553 se habla de los cuantiosos gastos producidos por estos contagios.
Junto a los rezos, la ciudad tomaba medidas para cerrar sus entradas. El 14 de abril de 1580 acuerda que “se cerquen todas las calles de esta villa y que sólo queden abiertas la Calzada y San Sebastián”; se controlaba así la entrada por la ría y por tierra, respectivamente. Se habla de la amenaza de que pudiera llegar el brote de peste que asolaba a Sevilla.
Estos episodios continuaron en años sucesivos y en 1582 el cabildo de 5 de mayo acuerda otra vez esta medida de confinamiento de la población. Así se tapian las entradas de la villa, entre ellas, y en lo que se refiere al barrio de San Sebastián, se habla de la calle Montrocal.
En el siglo XVII también aparecen ref lejados en la historia local esos tiempos de contagios, y en el periodo de 1649 a 1651 se llegan a contabilizan más de cuatro mil fallecidos.
Las medidas de acceso a la ciudad son bastantes restrictivas y así en el cabildo de 4 de junio de 1682, al conocerse la peste desde Ayamonte, se acuerda que “se pongan guardias en los sitios de la Calzada, Vega, San Sebastián y Conquero”.
En el siglo XVIII también hay varias epidemias que merman la población por las víctimas que acarrea, como en los años 1707, 1721, 1724, 1740, 1777, 1785 y 1799.
En este sentido tras una epidemia padecida por la población en 1800, en sesión del cabildo del 9 de septiembre ante esta situación se acuerda recurrir “a la intercesión de Nuestra Madre María Santísima y de los santos patronos el señor San Sebastián y San Roque, sacando sus tres imágenes en procesión general después de celebrada una función con el Señor Sacramentado con concurrencia del clero y comunidades religiosas”. El 2 de diciembre de ese año el cabildo acuerda en agradecimiento a haber salido de la epidemia “se cante el Tedeum Laudamus el domingo próximo en la parroquia de Nuestra Señora de la Purísima Concepción, donde se celebre la función de acción de gracias”. Más tarde, en los años 1833 y 1854 la población sufre el cólera morbo, con bastantes pérdidas de vidas humanas.
Otros momentos en la historia documentada en Huelva de epidemias los encontramos el 10 de octubre de 1854, cuando se canta un Te Deum de acción de gracias.
En el siglo XX también padecerá situaciones difíciles como la gripe de 1918, cuando se registra un importante número de víctimas.
Solo se accedía por la calle San Sebastián y la Calzada, que era la entrada por la Ría