Confinados en un mar de plástico
● La crisis provocada por el coronavirus agrava la situación en los asentamientos de la provincia, donde resulta imposible cumplir las medidas básicas de higiene
El Relator Especial de la ONU para la Pobreza Extrema y los Derechos Humanos, Philip Alston, manifestó a principios del pasado mes de febrero haberse quedado “pasmado” al comprobar sobre el terreno que personas viven “como animales” en los asentamientos chabolistas. Tras un recorrido por diferentes puntos de España, el diplomático australiano indicó que una de las situaciones que más le había impactado es la de este colectivo: “Me encontré con trabajadores en un asentamiento en condiciones que rivalizan con las peores que yo he visto en ninguna parte del mundo”.
Apenas dos meses y medio después, los miles de temporeros que viven en estos asentamientos en varios municipios de la provincia han visto como se complica aún más su situación por la actual crisis sanitaria por la pandemia del coronavirus. Sin agua corriente ni electricidad, en los asentamientos es prácticamente imposible mantener la distancia de seguridad para prevenir el contagio, así como es muy complicado guardar el confinamiento en el interior de una chabola que no cuenta con las mínimas condiciones para una vida digna.
Así lo afirma Amin Kamara, que es senegalés y que lleva ya más de 10 años viviendo en los asentamientos de Lepe. Señala que algunas ONG les han llevado mascarillas a los asentamientos “pero no es suficiente porque somos muchos, actualmente más de 1.500 solo en Lepe, y en plena campaña agrícola unos 2.500”.
Sus principales necesidades pasan por una “solución habitacional” que “no tiene que pasar obligatoriamente por una vivienda, sino que pueden ser módulos o cualquier otro tipo de alojamiento que nos saque de las horribles condiciones en que vivimos ahora en las chabolas. Sin agua, sin duchas, sin servicios y sin nada”.
Solo piden un espacio donde tener sobre todo agua, aseos y duchas, donde poder cocinar con seguridad y donde poder reunirse y en unas condiciones higiénicas dignas cuando llegan de trabajar del campo. “No vale con que nos traigan agua y comida de forma puntual, necesitamos soluciones más a largo plazo”, añade Kamara, quien concluye afirmando que “no queremos lujos, solo salud, higiene y tener opciones para poder vivir dignamente”.
Para intentar suplir en la medida de lo posible las carencias que padecen estos temporeros, numerosas ONG vienen trabajando