SOÑANDO EL RÍO TINTO
AHORA que casi todo está parado, es el momento perfecto para hacer mudanzas, el momento deseado por los constructores de aeropuertos, sitios con actividad frenética que ahora lucen desiertos. Es el momento de desprenderse de tantas tonterías y de tantos hábitos monótonos, de soñar para concretar planes, propuestas e ideas. Huelva, que tiene tanto por hacer, es un sitio ideal para ponerlas en práctica y el Río Tinto un bonito ejemplo.
El Río Tinto, su cuenca y entorno podría ser muchas cosas a la vez, cuenta con un paisaje y unas condiciones únicas, esas que no se pueden improvisar ni recrear en tantos parques temáticos de cartón piedra. Tiene interés astrofísico, bacteriano, mineral, la puerta que conecta la Tierra con Marte, una historia labrada a pico y pala, reivindicaciones políticas, sindicales y medioambientales pioneras en la España del Siglo XIX. Espacio ideal para avanzar en el proyecto de recuperación como vía verde del antiguo trazado del ferrocarril, con sus valores deportivos, culturales, de aula natural y etnografía. Paisaje protegido de Andalucía y candidato a ser Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. En esta propuesta tan concreta, posible y generadora de ese nuevo modelo de desarrollo sostenible, hay una gran pega: la ampliación del vertedero de Nerva.
Nerva lleva más de veinte años pagando un alto precio por recibir mierda provincial, y, sobre todo, del exterior. Aquí llegó basura de Nápoles cuando la crisis de la mafia, los episodios de incendios tienen en salpicaderos de coches su combustible recurrente, porque a Nerva están llegando salpicaderos de coches desguazados. Se fabrican en otros sitios y aquí se vierte el sobrante viejo, como en Ghana, salvo que no estamos en África, sino en la Europa supuestamente civilizada. La ampliación vuelve a hipotecar la comarca. Al seguir echando mierda, aunque cínicamente se le llame inertizar, se le acompaña ahora la posibilidad de incinerar residuos, lo que en el mismo cínico lenguaje se llama “valorizar energéticamente”, es decir, una chimenea quemando residuos plásticos y otros como neumáticos viejos, como en su día quisieron hacer en la cementera de Niebla. La pregunta, por sencilla, es retórica: ¿quién gana con la ampliación y la incineradora? Aunque se podría formular mejor de otra manera: ¿qué dejamos de ganar con la ampliación? Nos merecemos más respeto (no intenten colar el proyecto en momentos de confinamiento) y otro futuro.
La pregunta, por sencilla, es retórica: ¿quién gana con la ampliación y la incineradora?