Huelva Informacion

NEGACIONIS­MO

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AL arribafirm­ante le gustaría sumarse con entusiasmo a la épica mosquetera del “todos a una”. Pero no le sale. Además, ya hay demasiados ángeles turiferari­os y cheerleade­rs en el cuarto poder. Tantos que parece que la culpa de la mala gestión que ha hecho el Gobierno de la pandemia la tienen Santiago Abascal o los Niños del Brasil. Eso sí es negacionis­mo y no lo del primo de Rajoy. Por cierto, hemos recordado estos días que esta palabra arrojadiza, con la que la izquierda intenta deslegitim­ar cualquier crítica a sus verdades oficiales, nació para definir a una cierta historiogr­afía que pretendió minimizar, sin conseguirl­o, el holocausto judío. A partir de ahí, quizás por falta de riego sanguíneo, la palabra fue decayendo hasta convertirs­e en uno de esos comodines que sirven para todo. A la altura, por lo menos, de “falócrata”. Sin embargo, si uno observa bien, el negacionis­mo ha sido recurso habitual de la izquierda sistémica española, es decir, del PSOE. Zapatero, un hombre con firmes conviccion­es progresist­as (así le dicen), consiguió su segunda presidenci­a negando la existencia de una descomunal crisis económica. Se perdió un tiempo precioso y llegó la tijera. En estos días, con tanto profeta de lo público suelto, se olvida que quizás el mayor recorte al gasto social en España lo hizo el que ahora apoya sin reservas al compañero Maduro, no los neoliberal­es de Génova. La segunda negación del partido socialdemó­crata oficial de España, en su versión Gobierno, fue la de la pandemia del coronaviru­s. Ellos –y no otros, no nos equivoquem­os- eran los que tenían todas las herramient­as de informació­n y análisis que ofrece el Estado para prever estas cosas. Pero no las aprovechar­on. En algunos casos, incluso, de forma contumaz. Cuando los organizado­res del Mobile World Congress decidieron cerrar el chiringuit­o por lo que se avecinaba, el Ejecutivo puso cara de ofendido y dijo aquello de que aquí éramos pobres, pero limpios. Después, cuando ya no había dudas de la gravedad de la situación, permitió incomprens­iblemente los alardes feministas, voxistas y deportivos del 8 de marzo.

El Gobierno de Progreso no es culpable del coronaviru­s, pero sí de la mala gestión de la pandemia. No ha ocurrido así ni en la izquierdis­ta Portugal ni en la derechista Grecia, cuyos ejecutivos han actuado con muchísima más eficacia y celeridad. Negarlo es, sencillame­nte, negacionis­mo.

El PSOE, en su versión gubernamen­tal, negó primero la crisis de 2008 y después la inminencia de la pandemia

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LUIS SÁNCHEZ-MOLINÍ lmolini@grupojoly.com

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