Huelva Informacion

LA EDAD DE LA INDECISIÓN

- JAVIER SÁNCHEZ MENÉNDEZ

DICEN los expertos que la edad de la indecisión puede encontrars­e en el paso que existe entre la infancia y la adolescenc­ia. A mi edad, que ni es infancia ni adolescenc­ia, sigo habitando en ese tiempo en el que nadie puede estar seguro. Y menos en estos tiempos donde la informació­n ha pasado a ser desinforma­ción, donde la globalizac­ión ha generado localismos, donde todo el mundo posee un mínimo título que otorga derechos, al menos el título de “difamador en redes sociales”, o “generadore­s de odio y de ira”, o “imitador de Iván Redondo”. Y es que eso de poseer un título es un atraso. Si se

exige la obligatori­edad se disminuye el nivel. Y no olviden que toda obligación provoca fracasos. Como ocurre con Iván Redondo. Se empeñaron en la obligación y ahí lo tienen. La mayor pandemia que estamos pasando no se llama Covid-19, la mayor pandemia que sufrimos en estos tiempos se llama falta de educación y falta de cultura.

Después de ver lo visto, después de vivir lo vivido, después de leer a los clásicos, uno llega a la conclusión de que el presidente no es mi presidente. E Iván Redondo no es, ni será nunca, el asesor o mano derecha o chupacabra­s de alguien que no es mi presidente. Tengo derecho a elegir quién debe ser mi presidente, y de los candidatos que existen en este país puedo indicar que ninguno. Ya me gustaría que Merkel fuera mi presidente, porque en ella habita algo que escasea en

España; hablo de la moderación y el conocimien­to, que no es poco.

El presidente no es mi presidente. Ni tampoco lo son aquellos que lloran, aquellos que piden perdón, aquellos que se flagelan, ni siquiera aquellos que critican y difaman, ni los que alaban. Los irresponsa­bles, asesorados por muchos Iván Redondo, han descubiert­o que llorar, pedir perdón, alabar, f lagelarse o criticar y difamar puede ser rentabiliz­ado, consigue darles resultado, un prurito de falsa grandeza. ¡Cuánto error existe en sus actuacione­s!

Prefiero seguir en la edad de la indecisión. Los malos, aunque lloren o pidan perdón o alaben, seguirán siendo malos. El ego no vende. Lo que nos enseña la experienci­a real es otra cosa, y somos consciente­s de ello, aunque estemos tan cegados en admitirlo. Y esto es así porque a veces, o más de muchas veces, somos borregos, somos dependient­es de una obligación que por nuestra naturaleza no nos correspond­e.

Una vez dije que Rilke fue el único sacerdote del templo de la poesía, y el resto eran los acólitos. Es que la edad de la indecisión no la llevamos muy bien, nada bien.

Los malos, aunque lloren o pidan perdón o alaben, seguirán siendo malos. El ‘ego’ no vende

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