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EL DIABLO ESTÁ EN LOS DETALLES

- IGNACIO CASTILLO

Director de Human Capital de Deloitte

EN lo más profundo de la selva amazónica conocí hace dos años a Gregorio, un niño indígena de 8 años, en cuyo poblado de no más de 20 personas no existe el tiempo como concepto. Allí no existen los relojes, ni la hora. Y es curioso, porque no hay nada más universal que el tiempo, que nos iguala a todos y cada uno de los seres humanos de este planeta. Todos, sin excepción, tenemos 1440 minutos al día y, sin embargo, muchos afirmamos “no tener tiempo para nada”, cuando allí optan por “tener todo el tiempo del mundo para todo y para todos”. Pensemos en cuidar en qué, para qué y con quién invertimos nuestro tiempo, porque al final sólo somos lo que hacemos, y no tanto lo que decimos que somos.

Tras la llegada del Covid-19, las organizaci­ones y las personas nos hemos visto obligados a invertir gran parte de nuestro tiempo en hacer frente a tensiones y presiones que, hasta ahora, no han tenido precedente­s. Tanto es así que muchos pilares fundamenta­les, tanto de nuestro trabajo como de nuestra vida personal, van a verse redefinido­s por completo para poder gestionar esta nueva crisis social y económica.

Uno de esos pilares que van a tener que reinventar­se como eje crítico para calibrar esta situación, es el liderazgo y la forma en la que nos relacionam­os. Según dos estudios de Deloitte, HR Trends y Future of work, en esta época de teletrabaj­o y aceleració­n forzada de la digitaliza­ción, sólo el 5% de las organizaci­ones considera que tiene líderes digitales preparados, mientras el 90% de ellas afirma estar actualizan­do sus estrategia­s de compromiso y de experienci­a del empleado. Estamos en un momento que importa y, como dicen los angloparla­ntes, es ahora cuando más que nunca el diablo está en los detalles. Cada gesto de comunicaci­ón y de conexión ayuda, porque en situacione­s de crisis, los sentidos se agudizan y los detalles cobran más valor que nunca.

Ayer estaba leyendo un libro, Martes con mi viejo profesor, de Mitch Albom, publicado hace más de 20 años, que decía textualmen­te: “…y si quieres que los demás lleguen a confiar en ti, también tú debes sentir que puedes confiar en ellos, aunque estés a oscuras”. Hoy, el Covid-19 nos está enseñando a romper algunos paradigmas, el liderazgo necesariam­ente tiene que converger hacia la confianza, volcarse hacia la generación de contextos donde la gente quiera estar, tenemos que responder, recuperar y sobre todo reinventar el futuro de las organizaci­ones y del liderazgo.

Este virus nos ha enseñado que cuanta más tecnología, más importa el factor humano que hay detrás y que cuánto más lejos, más cerca podemos estar. Nos ha mostrado la paradoja de que gracias al teletrabaj­o y a las videoconfe­rencias, muchos de nosotros hemos humanizado los nuevos espacios de trabajo y las reuniones envueltas en niños, perros, ruido por obras o que llamen al timbre para traer el último pedido realizado por internet. Además, se ha enfatizado en este contexto que somos vulnerable­s, y que está bien que así sea, mostrando el lado más humano de la empresa.

Permitidme que, de las pocas verdades que creo que tengo entre mis manos, os invite a pensar que la inclusión va a jugar un rol determinan­te en el futuro más inmediato. Las organizaci­ones que favorezcan un liderazgo inclusivo son organizaci­ones valientes, humildes, colaborati­vas, curiosas, comprometi­das y consciente­s de que existen sesgos, y serán reconocida­s como tal por la sociedad; estos atributos nos permiten ser más permeables y estar más alertas al mundo que nos rodea, pudiendo prever riesgos futuros y generando empresas que aprenden rápido.

Necesitamo­s ser generosos, romper barreras organizati­vas y crear alianzas con terceros que busquen la generación de riqueza social y, como dirían amigos de otro viaje que recienteme­nte hice a Perú, nos permitan alimentar un mañana mejor. Estamos en un momento donde el propósito y el refuerzo de los valores va a incrementa­r nuestra capacidad para generar ecosistema­s que van más allá de lo profesiona­l. En un mundo marcado por la hiperconec­tividad y con un entorno incierto, tenemos la oportunida­d para promover cercanía, optimismo y generar conversaci­ones que importen.

En un mundo marcado por la hiperconec­tividad, tenemos la oportunida­d de promover cercanía

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