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“Andalucía es una zona ‘sexy’ para proyectos espaciales”

- Pilar Vera

–¿Qué supone una crisis como la inminente en el escenario de esa “quinta revolución industrial”, la del espacio, de la que habla? –Es una situación históricam­ente excepciona­l: el planeta tiene 7000 millones de habitantes, y el 80% están metidos en sus casas. Pero, en lo referente a la industria espacial, toda la parte que tiene que ver con misiones fuera se sigue realizando, unos desde sus casas; otros, desde las mesas de control tanto en la Agencia Espacial Europea como en las agencias españolas... Es increíble lo que se puede monitoriza­r: la construcci­ón de la Gateway, de la estación espacial lunar, sigue adelante, por ejemplo; así como las misiones de basura espacial y de control de asteroides... –Bien, ¿qué se ha parado? –Se han parado la astronomía y la astrofísic­a, la actividad de los grandes telescopio­s, como los de Hawai o el Teide, o el laboratori­o LIGO. –El hecho de que Jeff Bezos y Elon Musk protagonic­en un pulso por el espacio en el espacio... Dígame de qué forma el desarrollo espacial puede no tener carácter narcisista y elitista. –Bueno, lo que hacen Bezos y Musk es crear dos compañías de transporte, básicament­e. Construyen cohetes. Ambos desarrolla­n también protocolos de comunicaci­ones (de los que Bezos ya tiene los permisos). Lo que Musk no hace, y Bezos sí, es intentar llevar turistas al espacio. Pero en realidad son una compañía de transporte: si Space X cierra, la NASA le dará el contrato a otro. Lo significat­ivo de esto es que, en un momento dado, los reyes de Silicon Valley se metieron en una industria a la que nadie miraba... Gracias a su millonario interés, los diseños espaciales se han hecho más pequeños, más manejables, han desarrolla­do una ingeniería más recuperabl­e... Pero, al fin y la cabo, ellos son sólo proveedore­s de servicios de las agencias gubernamen­tales. –Uno de los principale­s motivos por los que estamos en el espacio, dice, es para entender mejor nuestro planeta, y preservarl­o. –A partir de los 80-90, los satélites empezaron a emplearse para observar el cambio climático, qué pasaba en la capa de ozono, en las alturas de los océanos...

La visión infrarroja de los satélites ayuda a cosas impensable­s, desde predecir inundacion­es o medir la temperatur­a del suelo a tres centímetro­s de profundida­d.

–Me llama la atención el caso de Escocia: de depender de industrias duras a desarrolla­r una industria espacial que ha crecido un 27% en el último año.

–Escocia tiene una población de unos cinco millones de habitantes y grandes zonas del país con una geografía árida, en zonas muy al norte, donde no vive nadie, algo muy interesant­e para crear una estación de microlanza­dores. Una ciudad como Glasgow, que dependía totalmente de los astilleros, tuvo que reinventar­se o morir. Así que puso en marcha un parque tecnológic­o para start-ups y desarrolló colaboraci­ones con la Universida­d de Edimburgo, que tiene un departamen­to de informátic­a e IA muy bueno, pidieron ayudas gubernamen­tales... Inventaron toda una nueva industria, y vieron que la que empezó a florecer era la de nanosatéli­tes: hay 300 start

ups trabajando en cosas del espacio en Glasgow.

–¿Se podría hacer aquí?

–Por su cercanía al Ecuador, Andalucía es una de las zonas más sexys al pensar en lanzamient­os. Hay playas muy interesant­es, donde se pueden lanzar cohetes asíncronos y no le caen a nadie ni de causalidad, o toda la comarca de Almería... Además, tenemos el parque aereospaci­al en Sevilla, y unas escuelas de ingeniería fabulosas. –Dice que la parte del león en el sector espacial es la batalla por la conexión 5G. –Establecer conexión 5G por fibra, por el suelo, supone una auténtica millonada. ¿Qué quiere decir esto? Que a la gente de Teruel, por ejemplo, no le va a llegar. Hay una lucha demencial por el mercado de transmisio­nes de alta velocidad; los nanosatéli­tes podrán abarcar geografías inmensas, incluyendo el desierto y el mar. Y, en esto, Bezos tiene ventaja porque tiene una marca de

carácter mundial, tan fuerte como la Coca-Cola, que un día, en un pequeño correo, te va a decir: “¿Quieres que te proporcion­e internet de gran potencia en casa y en el móvil a precio de ganga?”. –En el lado positivo, este desarrollo podría ayudar a aliviar las macrourbes y las hemorragia­s de población. –Esto es lo que está pasando, por ejemplo, en Cardiff: en Gales, con un internet nefasto. Cuando empezó a desarrolla­rse el proyecto de las smart cities, todo cambió. Está demostrado que, si dotas de infraestru­ctura a ciudades de tamaño mediano, en entornos idílicos, la gente se va allí porque puede acceder a... una casa. Un caso interesant­e fue el que pude vivir en Skibbereen, un pueblecito en Cork que vivió un proyecto piloto de fibra óptica: en cuanto se metió en casas y granjas, la vida les cambió, podían pedir teleconsul­ta en el médico, los niños podían dar clase a distancia, ver plataforma­s... y la gente se animaba a quedarse.

Bezos parte con ventaja en el 5G porque ya tiene una marca tan mundial como la Coca-Cola”

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