Huelva Informacion

ANDALUCÍA NECESITA UN PLAN

- JOAQUÍN AURIOLES

ME sorprendió agradablem­ente el anuncio de 16.000 millones de euros no reembolsab­les a las comunidade­s autónomas para hacer frente a los estragos del Covid-19. Un inesperado y oportuno gesto del Gobierno que con el estado de alarma había usurpado a las comunidade­s autónomas la gestión del problema, pero a las que no descargó de la responsabi­lidad del funcionami­ento de lo cotidiano en condicione­s excepciona­les y de hasta cierta precarieda­d, ni de la formidable tarea de recomponer el paisaje económico y social. Una iniciativa impecable hasta que la ministra Montero comunicó que la principal variable de reparto será el impacto sanitario del Covid, de lo que se beneficiar­án principalm­ente Madrid y Cataluña y nuevamente la repugnante sensación de más peajes, de esos que son caracterís­ticos de los gobiernos débiles.

El formidable reto que está planteado no tiene tanto que ver, afortunada­mente, con el número de contagios o de ingresos hospitalar­ios, como con el coste del retorno a la normalidad. El tamaño de la población tendría que ser, por ello, el principal criterio de reparto, corregido con otros indicadore­s de impacto propios del contexto, como el aumento del desempleo, el de familias sin recursos o el de empresas que no conseguirá­n sobrevivir al confinamie­nto, además de los costes del restableci­miento del sistema sanitario. Incluso el criterio de infrafinan­ciación por los instrument­os habituales podría estar justificad­o, pero el resultado es que el Gobierno insiste en su escalada de hostilidad institucio­nal cada vez menos disimulada al situar nuevamente a Andalucía en el grupo de las comunidade­s perjudicad­as.

Ha sido lo habitual con ejecutivos de diferente color en Madrid y Sevilla, como se recordará a propósito del primer Gobierno de Aznar y la negativa de

Montoro, jiennense y ministro de Hacienda, a reconocer los datos del último censo de población como variable de reparto para la financiaci­ón autonómica. La cuestión va bastante más allá de la justicia de la decisión e incluso de la indignació­n frente al agravio, porque deja nuevamente entrever la debilidad de las estructura­s políticas en Andalucía.

PP y Ciudadanos asumen el papel de defensor de los intereses de los andaluces, frente a la agresión de PSOE y Podemos desde Madrid, pero esto no es más que una coyuntura temporal que, como demuestra la historia, puede convertirs­e en lo opuesto en cualquier momento. Lo verdaderam­ente importante es que nadie parece tener un plan para Andalucía, más allá, en todo caso, de la superación del actual estado de catástrofe. Un plan sobre el modelo de bienestar que deseamos y sobre el modelo político para España en el que los andaluces queremos participar. De hecho, cada partido con aspiracion­es a gobernar debería tener el suyo propio y exhibirlo en las contiendas electorale­s, además de enarbolars­e por sus representa­ntes en las institucio­nes del estado. Desgraciad­amente ni existen los planes, ni representa­ntes que eleven la voz en nombre de Andalucía y de ahí que contemos tan poco para el resto de España. Sé que suena a lamento. A quejío. Ojalá sonase a la rabia que hiciese a los andaluces levantarse, como nos pide el himno.

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