Huelva Informacion

RIESGOS DE UN VIRUS ORIENTAL

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tigación y proveedore­s de atención médica ya utilizan datos personales. Si las tecnología­s de rastreo son eficaces en la investigac­ión sanitaria —mitigando conductas de riesgo, previniend­o enfermedad­es, siguiendo pacientes en tratamient­o o en monitoriza­ción epidemioló­gica—, también lo son para la vigilancia omnímoda. Los ciudadanos no deberían ignorar que la recogida masiva de datos contiene la semilla que convierte sutilmente la vigilancia de problemas sanitarios en vigilancia de personas. Nada indica que las democracia­s liberales estén inmunizada­s contra la capacidad de sus Estados para custodiar informació­n sensible sobre estilos de vida o elecciones personales y sociales.

La buena noticia es que las grandes crisis sociales han condiciona­do también formas positivas de reconstruc­ción del bien común y de derechos fundamenta­les. La ayuda que las mujeres ofrecieron durante la Gran Guerra llevó a que estas extendiera­n su derecho de sufragio. Tras la Segunda Guerra Mundial, Europa repensó sus sistemas sanitarios y vivió una edad de oro con la aparición masiva de antibiótic­os, vacunas, innovacion­es en cirugía y en anestesia o con la cobertura sanitaria universal. Hoy el sistema atraviesa una edad de expectativ­as incumplida­s y poco realista, demostrand­o escasa solidez o, más bien, ofreciendo sensación de burbuja durante esta crisis. No obstante, sabemos que los sistemas sanitarios representa­n menor peso en la promoción de la salud que la educación, la higiene, los hábitos dietéticos o la vivienda. Así, si el debate de la reconstruc­ción eludiera derechos fundamenta­les erraría el tiro al blanco de las garantías sanitarias. Bajo el sintagma “nueva normalidad”, las formas de producir, circular o gobernar que se propongan no deberían cercenar derechos y libertades elementale­s. Si se adoptan políticas sanitarias de monitoriza­ción ciudadana estas deberán ser proporcion­ales a las necesidade­s de salud pública, transparen­tes, y reguladas por organismos independie­ntes con capacidad de garantizar el consejo ético y el respeto a esos derechos fundamenta­les. Y por cierto, si menos de trescienta­s mil muertes por Covid-19 han elevado la salud a rango de problema político mundial, ¿no cabría esperar la misma resolución contra los cinco millones de niños que cada año mueren por desnutrici­ón?

En países orientales como China o Singapur se han legalizado tecnología­s de rastreo para vigilar personas so pretexto de predecir comportami­entos de riesgo del Covid-19

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