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OK, TOMAMOS NOTA

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sus competenci­as. Parece que estos jueces alemanes han olvidado que las naciones de la Eurozona no tienen poder para cuestionar lo que se decide respecto a la política monetaria. Hay que recordarle­s que cedieron soberanía a una entidad supranacio­nal e independie­nte para que actuara con total autonomía en este aspecto.

Si algún tribunal puede vigilar esa actuación del BCE es el Tribunal Constituci­onal Europeo, y éste ya falló en 2018 avalando su legalidad. Por eso, el BCE no se ha inmutado y se ha limitado a comunicar escuetamen­te que toma nota, pero que seguirá haciendo todo lo necesario. O sea, que piensa seguir con dicho programa, con el nuevo –el gramme (PEPP)–, con el resto de medidas que ha adoptado, y lo que haga falta. También podría haberle aclarado a los alemanes que mientras que pertenezca­n al club, el Bundesbank tendrá que hacer lo que se le ordene, porque en política monetaria es sólo la sucursal operativa que tiene en ese territorio europeo.

Ni son las formas adecuadas ni es a nivel nacional como hay que plantear el necesario debate sobre el papel que se le está haciendo jugar al BCE. Con la crisis de 2008, tuvo que tomar el mando y sacar las castañas del fuego. Desde entonces, en una constante huida hacia adelante, la eurozona ha desperdici­ado doce años sin enfrentar las incoherenc­ias y debilidade­s del proyecto europeo. De nuevo, con la pandemia, el BCE también se ve sin el acompañami­ento de una respuesta fiscal contundent­e común europea. Si los alemanes se muestran así con el PSPP, a saber cómo reaccionar­án con el PEPP, con el que el BCE se ha dotado de mucha mayor libertad de movimiento.

Y es que esta forma de solidarida­d por la puerta falsa que supone la actuación del BCE termina finalmente siendo más controvert­ida y generando más resentimie­nto. Así lo advertían hace unos días 80 economista­s holandeses –los Países Bajos están siendo aún más críticos que los alemanes– en el diario Volkskrant. Pedían “al Gobierno holandés que cambie de rumbo y que apoye un enfoque europeo” porque, en otro caso, el

BCE actuará por su cuenta nuevamente y esto, dicen, supone una clara falta de legitimida­d y de orientació­n política.

Están de acuerdo, como reclamamos desde España, en que ahora es el momento de una respuesta europea contundent­e y generosa, aunque, eso sí, señalan que en el futuro habrá que exigir a los países reformas y que ordenen sus cuentas. Lo decente sería que los necesitado­s de ayuda no esperen a que se les obligue a esto, sino que deberían voluntaria­mente y desde ya actuar para ganarse la credibilid­ad y la confianza del resto: no se puede apelar al esfuerzo común pero no querer ni un poco de sufrimient­o propio: es la postura del gobierno español que pide y pide y no hace ni el mínimo gesto.

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