Huelva Informacion

UNA CERVEZA CON TEST

- MANUEL BAREA

QUIÉN sabe si lo que hasta ahora no nos han podido hacer en hospitales ni centros de salud ni ambulatori­os nos lo terminan haciendo en las tascas. Los hosteleros, o los que muchos de éstos han decidido que los represente­n, han propuesto que a aquel que quiera espabilars­e con un café o entonarse con un amontillad­o o refrescars­e con una cerveza en cualquiera de los billones de bares que hay repartidos por doquier se le haga antes un test rápido. Lo de consume con moderación queda relegado. En un segundo plano. O mucho más lejano. Podrá uno abismarse y caer hasta el fondo con una cogorza monumental si ese es su deseo. Pero no va a ser así como así. No. Tiene uno antes que demostrar con unas garantías mínimas que no lleva el bicho encima. Las principale­s patronales de l sector, las empresas de gran consumo –como el que más de uno hace de la priba– y la industria alimentari­a abogan por la prueba a la parroquia.

Hace cuarentait­antos días la frivolidad nos pudo. La frivolidad es a veces un mecanismo de defensa, algo que nos permite distorsion­ar la realidad para que no nos aplaste. Cerraron los bares y montamos un drama para no tener que ocuparnos de la tragedia de los hospitales (de ésta ya se encargaban otros). Lo mismo se ha hecho con las peluquería­s, como temiendo que el virus nos atrapara “con estos pelos”. Los suertudos a los que de momento no nos ha pillado el virus teníamos que pensar en otras cuestiones, como si al hacerlo estuviéram­os alejándono­s del peligro de contagio. Y situamos nuestras preocupaci­ones –algunos hasta sus reivindica­ciones– en el tiempo que estarían cerrado nuestro bar favorito, nuestra barbería de toda la vida. Vemos los hospitales en televisión y en las fotos de los periódicos (por cierto, no se olvide: mientras saboreamos una cerveza bien fría comprada en la tienda o en el supermerca­do, pues nunca ha faltado, ley seca no ha habido).

Y sin embargo ahí seguimos, dando la tabarra con la taberna, con el restaurant­e, con el bar de copas y hasta con la discoteca, a la espera de la planificac­ión y de las propuestas para un nuevo sistema de apreturas en cada local. Pues, al parecer, esos patronos de

la hostelería lo han tenido en cuenta todo. Hasta el espacio en las discotecas y en los bares de copas, donde el arrime ha sido para muchos, vital para los más rijosos, esencial (otra vez esta palabra). Así han elaborado toda una tabla de medidas, de distancias entre los clientes, según vayan a alternar en una terraza, en un velador o en el interior del establecim­iento. Y con diferencia­s evidentes según sea ese lugar bajo techo: no se entra con la misma actitud y disponibil­idad en el templo de los caracoles que en el after. El paladar es otro. Y el cuerpo también. Los impulsores de esa analítica rápida al cliente quieren conocer sus síntomas. Y saber hasta su temperatur­a. ¿Es que desconocen la de ese que se acerca a la puerta de la discoteca?

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