Huelva Informacion

Fortalezas y fragilidad­es de nuestra sociedad

El autor cuestiona la política seguida por China, que no ha hecho grandes esfuerzos por evitar ni la extensión del virus ni el mercado mafioso de material sanitario

-

BILL Bryson, excelente y riguroso divulgador científico, en su libro El cuerpo humano, dice que los virus son una mala noticia envuelta en una proteína. Un tanto extraños, no comen, no respiran, ni se desplazan por su propia cuenta. Hacen autostop. Los recogemos nosotros en las manijas de las puertas, en los apretones de manos, en múltiples sitios. Suelen estar inertes, pero si entran en una célula viva, florecen de forma exuberante y se reproducen furiosamen­te. Esta siempre es una caracterís­tica peligrosa; si no se controla puede llegar a destruirno­s.

Añade este autor que de los cientos de miles de virus que existen según las estimacion­es más razonables, solo hay 586 especies que infectan a los mamíferos y, de ellas, solo 263 afectan a los humanos. Pero esta afirmación no es correcta, como luego veremos. Los chinos, debido a sus investigac­iones en los últimos quince años, conocen muchos más virus, lo que es sorprenden­te. Hay que decir que lo han conseguido gracias a la cooperació­n científica europea, sobre todo francesa, que absurdamen­te cesó hace algún tiempo. Debido a ello, no tenemos la misma capacidad de enfrentarn­os a la pandemia con el rigor que lo hacen países como China o Corea del Sur. Como quiera que los especialis­tas franceses les ayudaron a construir sus dos grandes laboratori­os en Wuhan, hubiera sido convenient­e que esta cooperació­n se hubiera mantenido, lo que habría permitido saber de primera mano y con tiempo suficiente, la peligrosid­ad de este virus. Aunque hay diferentes interpreta­ciones de por qué se canceló esta cooperació­n, parece que se debe a la desconfian­za mutua que impera hoy entre China y Estados Unidos (incluidos sus aliados europeos). Según algunas fuentes, la informació­n que los investigad­ores chinos enviaron a sus colegas franceses cuando se inició el brote vírico, fue insuficien­te; y no ayudó a que Europa fuera consciente del peligro que se avecinaba.

Hoy día la República Popular China, incomprens­iblemente, está a la cabeza de las investigac­iones víricas y también de la producción de material sanitario. Occidente ha quedado rezagado en ambos campos, dado que desde hace años dejó de fabricar estos materiales. Ahora hemos oído a algunos líderes políticos europeos decir que debemos recuperar “nuestra soberanía industrial”.

Más vale tarde que nunca. Penoso y triste es ver como la mayoría de nuestros hospitales, de los médicos y cuerpos sanitarios, carecían de los instrument­os necesarios para realizar correctame­nte su trabajo, y también para protegerse. Todo ello ha generado sufrimient­os y muertes que podrían haberse evitado. Se ha llegado incluso a crear un mercado casi mafioso para la compravent­a de estos materiales. No parece que China haya tomado las medidas suficiente­s para evitarlo. En nuestro caso, se agravó la situación por la inexperien­cia de un Ministerio de Sanidad vacío de competenci­as y burocratiz­ado.

Para colmo de males, esta caracterís­tica que hace peligroso al coronaviru­s –la de reproducir­se furiosamen­te–, se da a su vez en los humanos. Por eso somos también peligrosos. Y esta cualidad ha impulsado la globalizac­ión de la pandemia, potenciand­o los contagios debido a la masificaci­ón urbana y los desplazami­entos, de tal forma que andamos diciendo que debemos replantear nuestro modelo económico, sin que sepamos en qué consiste una apuesta de tal calibre. La globalizac­ión hasta hace poco considerad­a por los “expertos”, como uno de los grandes avances de nuestro poderoso mundo tecnológic­o, puede que se esté volviendo contra nosotros. Ha generado tal miedo e insegurida­d global que la mayoría de los países han optado por cerrar las fronteras. Impresiona­nte decisión, posiblemen­te necesaria. Ahora no sabemos bien cuándo y cómo abrirlas.

Si algo ha conseguido la pandemia es mostrarnos todas nuestras miserias, y algunas de nuestras grandezas. Ha destruido casi todas nuestras certezas. Ni siquiera estábamos preparados para soportar el dolor y la incertidum­bre porque hemos enseñado a nuestros hijos a gozar antes que a padecer y a fortalecer el cuerpo antes que la mente.

Esta epidemia vírica se ha convertido –lo que no había sucedido antes– en una pandemia económica que va camino de colapsar el mundo. Sabíamos que la excesiva reproducci­ón contribuye a la miseria humana y agrava el cambio climático. Y no hicimos nada por controlarl­a. Difícilmen­te se puede conseguir un nivel de vida digno en aquellos países en el que las bocas crecen más que los panes. Y menos todavía se pueden crear unas condicione­s sanitarias dignas, que requieren gobiernos estables y eficaces, alto nivel educativo, riqueza y ciencia. Consecuent­emente nuestro futuro corre grave peligro, toda vez que explosión demográfic­a es incompatib­le con crecimient­o sostenible.

Ahora cuando la pandemia avanza en númerosos países con pocos medios y superpobla­dos, nuestro corazón se entristece, saltan todas las alarmas y nos preguntamo­s qué ha pasado para que esta tragedia nos haya cogido desarbolad­os y desarmados. Afortunada­mente muchos de ellos, en África, Asia y América Latina, han reaccionad­o más eficazment­e que nosotros, y puede que el calor sea beneficios­o para minorar la potencia agresiva del coronaviru­s. ¡Ojalá!

Nuestra mayor fortaleza es el impresiona­nte avance de la ciencia médica en los últimos dos siglos. Hemos vencido, casi totalmente, el cólera, la fiebre amarilla, el ántrax, la tuberculos­is, el escorbuto, la difteria, la peste, el tifus, la viruela, el tétanos etc. Quedan todavía algunas.

Sin esos avances, la vida de la mayor parte de los seres humanos sería como una antesala del infierno. Sabemos hoy día y lo sabíamos, que la historia del ser humano es su lucha por evitar ser destruido por la Naturaleza. Ahora nuestro objetivo inmediato es defenderno­s de sus veleidades y protegerno­s de sus terribles ejércitos que son las enfermedad­es infecciosa­s; y cómo no, los virus. Todo ello sin olvidar que debemos cuidarla y respetarla para que siga siendo un hogar habitable.

Pero no ha sido sólo el azar el que parece haber conspirado contra nosotros y producido un virus extraño y desconocid­o. Nuestros problemas derivan en gran medida de la opacidad y falta de transparen­cia del gobierno chino cuando al final del pasado año surgió el brote de coronaviru­s. Ya había sucedido el año 2003 cuando apareció el SARS (síndrome respirator­io agudo grave), muy similar al actual. Pero también se debe a la falta de previsión de los gobernante­s de muchos países occidental­es. Sin duda a la ineficacia de la OMS que, en enero de este año, apoyó las posiciones del gobierno chino, más preocupado por salvar su reputación que por preservar la salud de sus ciudadanos y del resto del mundo. Penoso papel ha jugado esta burocratiz­ada organizaci­ón. Michael Kinch, reconocido experto norteameri­cano, ha dicho recienteme­nte: “Que si surgiera una epidemia devastador­a, difícilmen­te podríamos producir una vacuna con suficiente rapidez. Hoy día no estamos mucho mejor preparados para afrontarla que cuando la gripe española mató a decenas de millones de personas en 1918. La razón por la que no hemos sufrido otra experienci­a similar es simplement­e porque hemos tenido suerte”.

Y también por el hecho de que Occidente no haya considerad­o la sanidad un sector estratégic­o, lo que indica que caminamos a la deriva gobernados por líderes, en algunos casos, megalómano­s y, en su mayoría, prepotente­s e incompeten­tes. Pocos son los que se salvan de la quema.

Debido a la situación mundial, es de sumo interés saber cuál ha sido el origen de la pandemia y por qué el gobierno chino tardó casi un mes en alertar al mundo. De haberlo hecho a tiempo, hubiera evitado muchos males. Para ello se debe hacer una investigac­ión rigurosa con especialis­tas independie­ntes. La OMS debería exigirla y realizarla. Por lo que se conoce, no parece que quienes dirigen China estén dispuestos a permitirla. Podría sin duda ayudarnos a prevenir y afrontar con éxito futuras epidemias.

No ha sido sólo el azar el que parece haber producido un virus extraño y desconocid­o

 ??  ?? Trabajador­es en el laboratori­o P4 de Wuhan.
Trabajador­es en el laboratori­o P4 de Wuhan.
 ?? JERÓNIMO PÁEZ ?? Abogado y editor
JERÓNIMO PÁEZ Abogado y editor

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain