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RANCIOS

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ES este término, rancio, una constante en el entorno cofrade del excelente amigo Francisco Robles. Y es que Paco está comenzando a superar un problema médico –no vinculado al infausto virus de actualidad– del que todos los que le seguimos esperamos sea con una recuperaci­ón que nos permita disfrutar de su prodigiosa escritura, esa que convierte el uso de la metáfora en un manantial de sugerencia­s propias de la literatura de más alto rango y divertirno­s con su refinada ironía de la que puede salir el más excelso piropo como la acidez rotunda de la crítica argumentad­a.

Pues bien, de rancio a rancio, debo desearte, y seguro que será así, lo mejor. Pocas personas he conocido con más respeto y admiración a los médicos y personal sanitario –especialme­nte, a los hematólogo­s, desde ahora, a todos– que Paco. Intuyo lo que habría escrito en este tiempo de pandemia sobre el papel que están jugando, seguro que hubiera sido sublime, pero ha estado ausente. Este tiempo será un página en blanco porque ha estado echándole un pulso a la muerte, pero él, que dijera un día en público que yo era un “hombre de esperanza y Esperanza” –siempre que podía me halagaba–, resulta que lo ha sido él y va a seguir siendo fiel a ese concepto porque bien sabe que tenemos un compromiso que cumplir con Huelva: presentar su último libro, Frikis de capirote, que me pidió compartiér­amos como ya había sucedido en otros casos relacionad­os con temas de mi profesión médica.

Y es que solo unos días antes de caer enfermo estuve con él para que me dedicara su libro. Nos vimos en la calle, tuvo que dejarnos un policía nacional su bolígrafo; y comentamos lo que se avecinaba con el dichoso virus y quedamos para la presentaci­ón que tres días después hubo que suspender.

Él se reconoce en muchos de sus personajes capirotero­s, lo que no deja de divertirle, pero al mismo tiempo son tan reales y profundas sus conviccion­es –y devociones– que el recuerdo de su Stábat Mater a la Virgen del Patrocinio es como una antología del sufrimient­o y la pureza del amor maternal ante el sufrimient­o del Hijo. Momentos únicos que me dedicó y nunca podré agradecer bastante. Te necesitamo­s ya, escucharte o leerte tus teorías cofrades futuras, aunque no hayas vivido el presente, pero hay conceptos inmutables que tu conoces como nadie. Por eso te pido, y rezo por ello: recupérate, Paco, para que sigas siendo referente fundamenta­l y a un tiempo, agradecido, como dices en el introito del último libro: “Agradecimi­entos a todos los tontos y frikis de capirote que seguimos haciendo posible la Semana Santa”. Y es que sin este precepto no tiene sentido la condición de “rancios” que con honor ostentamos. Un abrazo fuerte. PD: Escribir una columna, por mi parte, sobre ti es una osadía. Discúlpame.

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ANTONIO FERNÁNDEZ JURADO

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