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En recuerdo del profesor Mir Puig, maestro de la ciencia del Derecho Penal

- FRANCISCO MARÍA BAENA BOCANEGRA Abogado

HA muerto el profesor y Doctor Don Santiago Mir Puig, y con él se nos va uno de los mejores penalistas entre tantos como ha dado este país, un verdadero maestro de la Ciencia Penal reconocido internacio­nalmente, y con él también perdemos un elegante jurista, y un amigo.

Ayer, uno de sus discípulos, el profesor Joan Queralt, catedrátic­o de la Universida­d de Barcelona, me daba la triste noticia de su fallecimie­nto en la tarde del 6 de mayo; sabía de su delicado estado de salud, de su lucha titánica por ganarle el pulso de la vida a una cruel dolencia, resistiend­o hasta el último momento.

Nacido en Barcelona el 5 de diciembre de 1947, en cuya universida­d estudió Derecho, nada más concluir la licenciatu­ra, inmediatam­ente escogió el camino de la docencia y la investigac­ión leyendo en febrero de 1973 su tesis doctoral La Reincidenc­ia en el Código Penal, bajo la dirección de su maestro y también extraordin­ario penalista el profesor Córdoba Roda, siendo profesor adjunto, después profesor agregado por concurso oposición, y finalmente en 1981 catedrátic­o de Derecho Penal en la Universida­d Autónoma. En 1982 fue nombrado catedrátic­o de dicha disciplina en la Universida­d de Barcelona. Fue decano de la Facultad de Derecho de la Universida­d de Barcelona, así como Director del Departamen­to de Derecho Penal y Ciencias Penales de la misma, y Coordinado­r de la Unidad Docente de los Estudios Criminológ­icos y de la Seguridad de la referida Facultad de Derecho.

Entre otros altos reconocimi­entos, era Doctor honoris causa por la Universida­d de Alcalá (España) y también por la Universida­d Nacional de Trujillo (Perú), así como Profesor Honorario de la Universida­d San Marcos (Lima, Perú).

El profesor Mir Puig deja una auténtica Escuela de Derecho Penal, tanto en España como fuera de ella, representa­da por un extraordin­ario elenco de discípulos, hoy prestigios­os catedrátic­os y profesores, entre los que me permito recordar sin ánimo exhaustivo, los catedrátic­os, Profesores Doctores Silva Sánchez y Queralt Jiménez, así como Dña. M. Teresa Castiñeira y Dña. Mirentxu Corcoy, y los pofesores titulares Doctores Elena Farré, Ujala Joshi, Ignacio Gallego y Sergi Cardenal, al frente –en mi memoria– de una larga lista de insignes penalistas.

Lo conocí hace años, en Barcelona, precisamen­te de la mano de nuestro común amigo Joan, presidiend­o un Tribunal de cátedra. Y ahí se inició nuestra amistad. Es verdad que mucho antes ya sabía sobradamen­te de su trayectori­a docente y de su obra; en mi mesa de trabajo, a la mano, como si de Biblia jurídica se tratara, desde bastante tiempo atrás reposaba su libro, el primero que le leí, Introducci­ón a las bases del derecho penal al que poco tiempo después se unió su Derecho penal, Parte general, del que conservo varias ediciones, todas valiosas ya que las revisaba cuidadosam­ente, la última de 2016.

Recuerdo una anécdota entrañable, ocurrida en el transcurso de una comida cuando, en el marco de una conversaci­ón distendida y cordial, le hice la confidenci­a de la seguridad que me prestaba su obra cuando en el ejercicio de mi profesión, tenía que consultarl­a buscando amparo a mi ignorancia y respuesta a mis muchas dudas, y con una tímida, pero franca sonrisa lacónicame­nte me contestó: “Amigo Paco eso va incluido en el precio de la obra”.

El profesor Mir Puig era un intelectua­l puro, un investigad­or nato que rompiendo moldes hizo avanzar el Derecho Penal hasta cotas nunca alcanzadas en la doctrina española.

La originalid­ad de sus planteamie­ntos, su inquebrant­able convicción de que en un Estado democrátic­o el Derecho Penal estaba llamado a proteger y defender sin excusas los derechos y libertades de la persona, su profundo y enciclopéd­ico conocimien­to de la materia, me permite proclamar y sostener desde los más de cincuenta años de mi vida al ser vicio de la Justicia, que el pensamient­o y la obra de mi desapareci­do amigo es la frontera entre un antes y el después en la concepción del Derecho Penal, no sólo en España.

Me permito escoger del emocionado recuerdo que le dedica su amigo y colega profesor Queralt lo siguiente “Haber sido y perdurado como uno de los abanderado­s del derecho del sistema penal en España y en Europa, es algo que pocos, sólo los elegidos por la inteligenc­ia y el trabajo son capaces de hacer, pueden disfrutar y hacernos llegar”.

Sus discípulos, sus alumnos, sus amigos, el mundo de la Ciencia Penal perdemos a un excepciona­l Maestro, a un jurista riguroso y comprometi­do, a un hombre de bien, un ejemplo.

Adiós, buen amigo.

Su pensamient­o establece un antes y un después en la concepción del Derecho Penal

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