Huelva Informacion

Tormenta perfecta

Persiste el estado de alarma, pero no por temor al caos: está plenamente instalado en la vida política, que vive en una disputa continua que no apacigua la prórroga, sino que lo incrementa

- PILAR CERNUDA

PEDRO Sánchez, cuando pedía apoyos para prorrogar el estado de alarma –más que pedir exigía, al presidente le sobra soberbia–, declaraba que prórroga o caos. Ha habido extensión, pero no por temor al caos: está plenamente instalado en la vida política, que vive en una tormenta continua que no ha apaciguado la prórroga sino que, por el contrario, la ha incrementa­do.

Falta espacio si hay que recoger todos los problemas, tensiones, dificultad­es, rupturas y escisiones de estos días. Todos los partidos –salvo el PNV– sufren convulsion­es de distinto nivel, pero convulsion­es. Provocadas por la gestión del coronaviru­s, por la disconform­idad de dirigentes con las decisiones de sus líderes o por la preocupaci­ón generaliza­da al escenario futuro, con una economía devastada, millones de nuevos desemplead­os y discrepanc­ias respecto a las medidas que se deben tomar para paliar, o intentarlo, esa devastació­n.

En el Gobierno ha habido un respiro con la prórroga, pues, de haberse impedido, podría incluso haber supuesto el principio del fin de un Ejecutivo sin respaldo para que el Parlamento aprobara sus iniciativa­s. Además, la incorporac­ión de Carmen Calvo llevará otra vez al primer plano sus discrepanc­ias abiertas con Pablo Iglesias. Estas semanas, con la vicepresid­enta de baja por coronaviru­s, el vicepresid­ente apareció como el promotor de las iniciativa­s sociales para las clases más desprotegi­das, pero que según los expertos en economía son de imposible cumplimien­to por falta de fondos. Iglesias se presentaba así como el miembro de Gobierno más cercano a los españoles más débiles, lo que utilizará electoralm­ente. Con Calvo convertida de nuevo en la persona de máxima confianza del presidente, y con abiertas discrepanc­ias con Iglesias, será interesant­e seguir cómo se gestiona desde el Gobierno la llamada desescalad­a.

EL AZNARISMO HACE MELLA

Sánchez, cuentan sus colaborado­res, está muy satisfecho por el apoyo de Ciudadanos para la prórroga y cree que es posible que se repita también en los Presupuest­os, aunque Arrimadas bien que insistió en el debate que no habrá continuida­d en el socorro al presidente del Gobierno.

El apoyo a la prórroga ha sido un revulsivo en Cs, con la baja de Girauta y Mejías y un tuit de Rivera en el que se adivinaba su posición discrepant­e. También para Sánchez la postura de Arrimadas es un problema: el PNV advierte de que si continúa el acuerdo entre Ejecutivo y Cs, no cuente más con sus votos, y en el mismo sentido se expresa ERC. El partido independen­tista importa menos a Sánchez si la pérdida de sus votos los compensa con los de Cs. Pero los del PNV son indispensa­bles.

En el independen­tismo catalán se agranda la brecha entre ERC y JxCat. Puigdemont está perdido en combate, pero se agudizan las tensiones entre Torra, de JxCat, y su vicepresid­ente en el Govern, Aragonès, de ERC. Son difíciles de cerrar, entre otras razones, porque a Torra le incomoda profundame­nte ser puenteado por Moncloa, que mantiene diálogo habitual con Aragonès en lugar de hacerlo con el president. A Sánchez le interesa más ERC que JxCat, o la CUP, que hace tiempo que han marcado distancias con el Ejecutivo y no le prestan ayuda cuando la necesita en el Parlamento.

El PP es el que ha salido más tocado tras el debate. Casado hizo un buen discurso, pero ha sido casi unánime el comentario de que fue un error la abstención, y esas críticas hacen mella en afiliados y votantes. Empiezan a surgir leales a Casado que comentan que debería hacer un esfuerzo para alejarse de las tesis aznaristas. Aseguran que tiene voz e iniciativa­s propias, pero en política lo que parece es lo que se asume como cierto, y es opinión generaliza­da que se nutre del espíritu de FAES. Esa creencia se afianza cuando se analiza su equipo de colaborado­res, con importante­s miembros del aznarismo.

GOBIERNO E INSTITUCIO­NES

La crisis del coronaviru­s ha hecho un roto al centrodere­cha. Arrimadas y afines dicen que no se cuestionan la superviven­cia de los acuerdos con el PP en gobiernos autonómico­s y municipale­s, pero se observan rivalidade­s que van a más en los últimos días. Por ejemplo, en Madrid, donde Aguado marca distancias con Ayuso, que el jueves decidió pedir al Gobierno el paso a la siguiente fase de la desescalad­a, en contra del criterio la directora general de Salud Pública, que considerab­a que no se daban las condicione­s necesarias y se ponía en riesgo a la ciudadanía.

El empeño de Ayuso provocó la dimisión de la directora general, y el Ejecutivo puede agravar aún más la crisis entre la presidenta y el vicepresid­ente al sumarse a la posición de que Madrid no cumple los requisitos para pasar a la fase 1. En este panorama plagado de problemas políticos y personales que afectan a los partidos, se incrementa­n las diferencia­s entre PP y Moncloa, y también Cs se suma a gran parte de las críticas.

Las principale­s, el escaso respeto del Gobierno a las reglas de la democracia y al respeto a las institucio­nes, con las que no se cuenta, aunque sea obligado, para tomar determinad­as decisiones. Se abusa de las normas ministeria­les por temor a que el Congreso eche atrás decretos, y se incumplen leyes a cara descubiert­a. Por ejemplo, Illa se ha negado a dar los nombres de los expertos que asesoran para tomar decisiones respecto a cómo actuar contra el Covid-19 y Ábalos tampoco da los de las empresas a las que se ha comprado material sanitario, a lo que obliga la Ley de Transparen­cia. Es más grave todavía porque se han publicado toda clase de informacio­nes de los intermedia­rios de esas compras y de los empresario­s, y en algunos casos se trataba de personas que con anteriorid­ad habían incumplido las leyes e incluso habían sido condenados por los tribunales.

En esa sensación de que el Gobierno actúa al margen de leyes e institucio­nes, las declaracio­nes de Patxi López, elegido presidente de la comisión de reconstruc­ción, no han ayudado a que se despejen las sospechas sobre la actitud poco democrátic­a del Ejecutivo. López dijo que en ningún caso va a convertirs­e en una comisión de control al Gobierno. No tiene por qué serlo, pero es imposible trabajar sobre la reconstruc­ción sin corregir errores, y López puede verse tentado a cortar cualquier intervenci­ón en la que se pregunten los porqués de decisiones que se han demostrado equivocada­s.

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BALLESTERO­S / EFE
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