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Atrapados en una cuarentena

● El estado de alarma sorprendió en España a extranjero­s, trabajador­es o estudiante­s que optaron por quedarse

- Alicia López (Efe) MADRID

Son muchos los estudiante­s y trabajador­es extranjero­s a los que la cuarentena les sorprendió en España y, aunque algunos decidieron regresar a sus países cuando pudieron, a una gran parte ni se les pasó por la cabeza y siguen adelante con sus rutinas de encierro, cada día con más tranquilid­ad y sin miedos.

Algunos como Liam Deng, estudiante chino en un programa de doctorado de Sociología en la Universida­d de Alcalá de Henares (Madrid), confiesa, en una entrevista con Efe, que estuvo muy preocupado al principio al ver que “aquí seguían las manifestac­iones cuando en mi país estaba todo el mundo confinado y con muchas medidas de protección”.

Con el paso de los días y al ver que España iba por ese mismo camino se fue relajando, no así sus padres, que quieren que regrese y se lo ruegan en todo momento, aunque él para calmarles les da el parte diario de su temperatur­a corporal.

Pero Liam Deng se mantiene en sus trece y agotará el año y medio que le queda para acabar el curso. Mientras se levanta el estado de alarma, continúa con sus estudios on line y rellena el tiempo libre a base de “películas, libros, noticias y videoconfe­rencias con la familia”.

También Pierre Paolo Farina, estudiante de Cerdeña (Italia), ha superado la fase del pánico en la que incluso se planteó regresar porque veía que en España, después de todo lo que había pasado en China y en su país, la vida seguía “con normalidad: había partidos de fútbol, manifestac­iones, conciertos, los bares llenos...”.

No lo hizo por temor a contagiar a sus padres, que son mayores, y ahora ya está más sereno porque ve a España “correr un poquito”, explica este alumno del máster de Cooperació­n Internacio­nal de la Universida­d Menéndez Pelayo de Madrid.

Autoconfin­ado desde el 10 de marzo, cuatro días antes de anunciarse el estado de alarma,

Farina también lleva mejor el encierro, un poco aburrido, pero aprendiend­o cosas nuevas, como cocinar, lo que le ha apartado de la comida preparada.

A lo que no se acaba de acostumbra­r es a las clases telemática­s. “No me gustan”, subraya, y sigue confiando en no perder las clases prácticas que tenía programada­s en la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR).

Ryan Waltrop, que derrocha un optimismo contagioso, vendió su casa, dejó el trabajo que tenía de profesor de educación especial en Raleigh, la capital de Carolina del Norte (EEUU), y se vino a España a buscarse la vida.

Estudia español y vive de sus clases de inglés, ahora a través de videoconfe­rencia. Ha perdido alumnos, al menos temporalme­nte, pero no le preocupa demasiado en este momento porque acaba de recibir la devolución de Hacienda de su país y el cheque Trump de ayuda por el coronaviru­s, que en su caso asciende a 1.200 dólares (unos 1.100 euros).

No tiene miedo de contagiars­e ni tampoco está desesperad­o por la cuarentena: “Soy una persona casera que se entretiene con facilidad”.

Desde Taiwán llegó Vastet Chen, empleada del Ministerio de Relaciones Exteriores de la isla, que la envió a Madrid a realizar un máster de cooperació­n internacio­nal en la Universida­d Complutens­e, y esto lo compagina trabajando en la Oficina Económica y Cultural de Taipei (equivalent­e a una embajada, ya que España no reconoce a Taiwán como Estado independie­nte). Está decidida a concluir el curso pese a la insistenci­a de sus padres para que vuelva, una opción que ni se le pasó por la cabeza porque, aunque piensa que España “tardó en conciencia­rse”, ya lo ha hecho y además confía plenamente en su sistema sanitario.

Vastet tenía grandes planes para recorrer el país, pero el coronaviru­s le ha recortado las visitas a sus cuatro paredes. Le costó “muchísimo” acostumbra­rse a la nueva rutina de la reclusión, asegura, pero poco a poco se ha ido haciendo su agenda con mucho deporte, lectura y estudiar “porque éste es el momento más tenso del máster”, señala.

Colombiana, de Bogotá, Luisa Sieger, es arquitecta y está haciendo un máster de Patrimonio Histórico en la Politécnic­a. Sus expectativ­as eran quedarse y buscar trabajo en Madrid, pero el coronaviru­s le ha cambiado el rumbo y está resignada a volver.

Sus días van pasando, sobre todo, estudiando mucho y se ha adaptado muy bien al programa telemático del curso, salvo las visitas presencial­es que lamenta que ya no se puedan hacer.

Afronta con mucha tranquilid­ad la situación y reconoce que en Colombia, por su sistema de salud, no estaría “tan relajada”, por lo que al igual que muchos otros extranjero­s, por el momento, prefiere seguir viviendo esta cuarentena lejos de su país de origen.

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LUISA SIGLE / EFE Luisa Sigle, colombiana, en su piso de Madrid.

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