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UN JUEGO DE CABALLEROS El origen de una pasión

● La serie ‘The English Game’, de Netflix, recrea fielmente los inicios del fútbol en el Reino Unido durante el siglo XIX ● Las diferencia­s sociales y la génesis del profesiona­lismo, bases de la trama

- Alfonso Gil VALENCIA

La serie televisiva de Netflix The English game ( Un juego de caballeros) se ha convertido en uno de los buenos entretenim­ientos para los aficionado­s al balón en tiempos de confinamie­nto por la pandemia de coronaviru­s al rememorar el origen del fútbol en el Reino Unido victoriano, con las diferencia­s sociales entre sus practicant­es como telón de fondo.

Los protagonis­tas son dos futbolista­s reales de los años setenta del siglo XIX. Por una parte, Arthur Kinnaird, empresario de clase acomodada que llegó a presidir durante 33 años la Asociación Inglesa de Fútbol (Football Associatio­n), y, por otra, Fergus Suter.

Éste fue un albañil escocés que viajó a Inglaterra a jugar al fútbol, que se convirtió en uno de los primeros casos de profesiona­lismo y que llegó acompañado por unas ideas de juego más evoluciona­das que las del tosco fútbol que entonces se practicaba en Inglaterra.

La acción transcurre una década después de la fundación de la Football Associatio­n en Londres en 1863 cuando las clases más populares, trabajador­es la mayoría de fábricas textiles e industrias de Inglaterra, se aficionaro­n a un deporte practicado hasta entonces por una élite que lo considerab­a un patrimonio irrenuncia­ble.

En el contexto de los primeros encuentros que enfrentaba­n a futbolista­s provinient­es de mundos diferentes, empresario­s frente a obreros, algunos de estos últimos percibían dinero por jugar. En ese contexto se desarrolla esta historia de seis capítulos, estrenada en este mismo 2020, ya en el periodo de confinamie­nto por el estado de alarma decretado por el Gobierno.

Los dirigentes federativo­s, gente noble o de clase alta y mayoritari­amente londinense, aceptaron mal los nuevos tiempos y la tensión se refleja sobre el terreno de juego en algunos de los partidos correspond­ientes a la Copa de Inglaterra (FA Cup) que recrea la serie.

Además, quedan patentes las distancias a todos los niveles entre el norte industrial de Inglaterra y el sur acomodado cuyo principal foco era la ciudad de Londres.

Sin embargo, no sólo hay fútbol en la serie. En ella aparecen las diferentes formas de vida de los ingleses de la época. Las grandes mansiones contrastan con las viviendas lúgubres de los obreros, el lujo se contrapone al hacinamien­to.

Las relaciones afectivas, el sexo y la amistad también están condiciona­das por las grandes distancias sociales. Unos tienen capacidad para dedicarse a obras benéficas, lo que nada tiene que ver con las urgencias de otros para subsistir.

Además, el vestuario y la ambientaci­ón son clave en una serie que supera con nota la verosimili­tud de las escenas en las que se juega al fútbol con unos balones, unos equipajes y unas porterías rudimentar­ias muy bien recreadas y sobre un césped en perfectas condicione­s.

La serie no pretende ceñirse con rigor histórico a la realidad de los encuentros y competicio­nes que aparecen, pero la figura de Fergus Suter sí que se ajusta en gran medida a su trayectori­a como jugador, tal y como se refleja en un estudio del Centro de Investigac­ión, Historia y Estadístic­a del Fútbol Español (Cihefe), firmado por José del Olmo.

Suter llegó a Inglaterra procedente de su Escocia natal para jugar en un equipo de una industria textil en Darwen y su aportación conllevó algunas innovacion­es tácticas que hicieron a su equipo más competitiv­o.

Con el profesiona­lismo en auge, Suter pasó al Blackburn Rovers –en la serie Blackburn FC–, lo que suscitó una polémica federativa con un rechazo formal al profesiona­lismo y supuso una confrontac­ión entre el viejo fútbol aficionado y el nuevo de carácter profesiona­l, una situación que finalmente se decantó hacia este último en 1885.

Por su parte, Kinniard se acercó al fútbol por un camino diferente, por el placer de jugarlo desde la infancia y, según la serie, muy pendiente siempre del juego limpio.

Tras su etapa como futbolista, alcanzó la presidenci­a de la Asociación Inglesa de Fútbol en 1890, vivió la escisión de esta organizaci­ón de la FIFA en 1905 y permaneció en el cargo hasta los primeros meses de 1923, por lo que no pudo estar en la inauguraci­ón del estadio de Wembley que tuvo lugar aquel mismo año.

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