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CURSO EXPRÉS DE ‘ PROCTORING’

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SI se dedica a la docencia o tiene algún hijo en edad escolar –del instituto a la universida­d– habrá empezado a oír este palabro: proctoring. Los estudiante­s están rebelados. En Granada publicamos hace un par de días una carta estudianti­l de protesta que titularon “enseñar o evitar copiar”. Se mostraban indignados por la falta de preparació­n y motivación de muchos docentes y denunciaba­n que se recurriera a un “sistema de videovigil­ancia” para evitar el plagio en las pruebas online.

El término es inglés (“supervisió­n de un examen por medios telemático­s”) aunque resulta curioso que sea el apócope de una palabra latina algo más amable: ese “procurator” que recuerda a los herméticos personajes que se ocupaban de las cuentas en los conventos y que, hoy día, lidian en los tribunales representa­ndo los intereses de otros. “Encargarse de algo”; “cuidar de alguien”... En la práctica, y pese al revuelo que se ha generado como si fuera una operación ilegal de espionaje, lo de hacer proctoring no es más que pedir al alumno que active su cáma

En Italia ya ven un Covid-19 mucho menos agresivo; en Alemania, China y Corea dan pasos atrás. Elijan su ‘verdad’

ra y su micro durante el examen virtual para comprobar que no se copia y que nadie ha suplantado su identidad (ya hay quienes están vendiendo sus conocimien­tos por internet por un puñado de euros).

Misión (casi) imposible. Como querer aventurarn­os en predecir la evolución del coronaviru­s: con apenas unas horas de diferencia, desde Italia nos dan esperanzas asegurando que están detectando casos mucho menos virulentos en los hospitales –¿se podría apagar el virus antes incluso de que se desarrolle la vacuna?– y desde Alemania, China y Corea del Sur nos alarman con datos que parecen anticipar las temidas segundas oleadas. Más restriccio­nes, más confinamie­nto y otra vez a cerrar comercios y bares.

Tan (casi) imposible como querer sacar la política de la operación desescalad­a. Los científico­s no terminan de poner en orden la complejida­d de indicadore­s técnicos que están condiciona­ndo la propagació­n de la epidemia (de la movilidad a la densidad poblaciona­l; del clima a la contaminac­ión) pero desde las institucio­nes ya tienen claro que las recetas tienen que ver con (sus) intereses partidista­s. Con patrias y con banderas. Como si el virus saltara por provincias y autonomías mirando quién gobierna.

El problema no es el proctoring; el problema es que el Covid-19 ha puesto el curso (nuestra cotidianid­ad) patas arriba y no somos capaces de enderezarl­o sin pagar un alto precio y dejar de engañarnos.

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MAGDALENA TRILLO @magdatrill­o

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