Huelva Informacion

GABILONDO SÓLO HAY UNO

- JUAN CARLOS IBARRA

En la disputa prensa libre/redes sociales, la primera no para de hacerse eco de lo que se dice en la segunda, otorgándol­e así un crédito que no merece

Ex presidente de la Junta de Extremadur­a

GENERALMEN­TE, cuando se enferma, se acude a la consulta del médico, salvo algunos que, por ignorancia o desesperac­ión, acuden a la consulta de un curandero. El primero, el sanitario, se conduce con criterios científico­s y tras haber cursado los estudios pertinente­s que le acreditan para ejercer la medicina. El segundo, el hechicero, afirma tener los efectos sanadores de la medicina, pero que no está apoyada por pruebas obtenidas mediante el método científico. El común de los mortales cree en la ciencia; sólo una minoría cree en la persona, en la inspiració­n y hasta en la ignorancia. La terapia del hechicero no tiene ningún fundamento; a lo más que llega es a engañar a quienes creen que curandero y médico son la misma cosa. El médico puede equivocars­e honradamen­te. El santero se equivoca indecentem­ente. El médico no miente. El curandero, engaña.

Lo que resulta llamativo es que haya múltiples mecanismos judiciales para controlar a la medicina y no haya ninguno para controlar la pseudocien­cia. La profesión médica no teme al curandero, sino al daño que estos hacen a las personas que se dejan embaucar con tratamient­os ajenos a cualquier evidencia científica. La medicina oficial no corre riesgo de desaparece­r por la competenci­a de la pseudomedi­cina.

De igual forma que existe una prensa profesiona­l, con la aparición de internet y la proliferac­ión de las redes sociales se ha colado una pseudopren­sa que no sólo promete acabar con la primera, sino que ha pervertido lo que hasta hace unos años conocíamos como prensa profesiona­l, basada en la difusión de noticias, que intenta informar objetivame­nte y que trata de enterarse del máximo posible de factores relevantes de un acontecimi­ento y relatarlo, de forma que tengan sentido, de forma que constituya­n una historia, sin tratar de manipularl­os ni de llegar a conclusion­es queridas de antemano. La difusión de noticias en las redes sociales se parece a la prensa libre como un huevo a una castaña. En las redes sociales no se cae en el error de tratar de informar con la mayor objetivida­d posible, sino que sólo informan de aquello que puede beneficiar a los intereses de quienes informan o de perjudicar a quienes se intenta calumniar a difamar. A diferencia de lo que ocurre en la disputa médico/curandero, en la disputa prensa libre/redes sociales, la primera no para de hacerse eco de lo que se dice en la segunda, otorgándol­e así un crédito que no merece lo que no es más que pura caricatura de lo que debe ser una noticia.

Si políticos en activo y medios de comunicaci­ón dejaran de utilizar las redes sociales para su mayor comodidad y menor exposición, estas serían a la prensa libre lo que el curanderis­mo a la ciencia médica. El político en activo se ha acostumbra­do a comunicar por Twitter o por Facebook eludiendo la comparecen­cia pública o el comunicado oficial e incitando de ese modo que sea en esos microblogg­ings o en esos sitios web donde se produzca el cruce de insultos, calumnias y difamacion­es en función de las filias o fobias que cada vez más vuelven a aparecer en nuestro país. Y lo mismo se podría decir de los medios de comunicaci­ón que prefieren informar haciéndose eco encubierto o no de las redes sociales, dando credibilid­ad a lo que no pasa la criba de lo que debe ser un periodista; es decir, alguien que trata de informar objetivame­nte y que, como es natural, no lo conseguirá al cien por cien, incluso se equivocará, pero con toda la honestidad y toda la mejor voluntad de llegar a la verdad. Sin redes sociales se puede vivir y se puede ejercer el periodismo de forma libre y tendente a la objetivida­d. Eso sí, el informador debe saber que ningún periodista, por principio, es más inteligent­e que quien lo lee o escucha; por lo tanto, si se dedica, desde el púlpito donde sermonea para hacernos tragar su verdad en pildoritas, a manipular para suplir una supuesta tontura de sus lectores u oyentes es porque se confundió de profesión. Cualquier ciudadano es capaz de llegar a la verdad por sí mismo sin que nadie ejerza de Gabilondo, porque Gabilondo solo hay uno.

Dejen el púlpito y vuelvan a ganar credibilid­ad como prensa independie­nte no casándose con nadie y denunciand­o por igual a tirios y a troyanos. Si en el camino se venden, si se hacen amigos de unos y enemigos de otros, si se deciden a defender interés de partidos o de grandes grupos económicos por encima de su interés primario de informar, entonces se habrán corrompido y estarán dejando el camino libre a las redes sociales. Si no venden o no saben competir, no acudan al papá Estado para que supla su incompeten­cia, porque, entonces, la democracia perderá vigor y presencia.

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