Huelva Informacion

Una educación especial e integrador­a

Padres y docentes de niños con discapacid­ad intelectua­l valoran la labor que realizan los colegios especializ­ados

- Araceli Guede

En 2005, Francia aprobó una ley para priorizar la escolariza­ción de los alumnos con discapacid­ad intelectua­l en la educación ordinaria. Quince años después, en octubre, el diario Le Parisien ponía rostro a la situación de muchas familias que se han visto obligadas a matricular a sus hijos en Bélgica por la falta de estructura­s adecuadas para niños con autismo en su país.

En España, el proyecto de ley para una nueva reforma educativa ha suscitado el temor a que pueda ocurrir aquí algo parecido. La ministra de Educación, Isabel Celaá, lo ha negado con “rotundidad”, pero muchos padres creen que el objetivo es acabar con los colegios especializ­ados. La plataforma Educación Inclusiva Sí, Especial También, formada por personas con discapacid­ad intelectua­l, familiares y docentes, celebró una manifestac­ión en febrero de 2019 exigiendo la eliminació­n de la disposició­n cuarta de la conocida como Ley Celaá.

La citada disposició­n establece que en diez años “el Gobierno, con las administra­ciones educativas, desarrolla­rá un plan para que los centros ordinarios cuenten con los recursos necesarios para atender al alumnado con discapacid­ad”. Añade que esas administra­ciones “prestarán el apoyo necesario a los centros de Educación Especial para que estos, además de escolariza­r a los alumnos y alumnas que requieran una atención muy especializ­ada, desempeñen la función de centros de referencia y apoyo para los ordinarios”.

El texto no expresa el cierre de instalacio­nes pero la plataforma interpreta que limitar esos centros “únicamente” a quienes requieran una atención muy especializ­ada supondrá en la práctica eliminar la mayoría “arbitraria­mente”. “No hablan de cierre porque sería muy brusco pero hay muchas maneras de cerrar. Puedes no derivar a niños, no destinar recursos y asfixiarlo­s… puedes hacerlo de forma activa o pasiva. El informe de la ONU insta a incidir en la valoración psicopedag­ógica que se realiza a estos niños para ya en esa valoración no derivarlos”, alerta una maestra con veinte años de carrera, la mitad dando apoyo a niños en centros ordinarios y la otra mitad en centros específico­s.

El informe de Naciones Unidas fue elaborado por el Comité sobre los Derechos de las Personas con Discapacid­ad en 2017. En él se advierte de que “la segregació­n y la exclusión de los estudiante­s con discapacid­ades de la educación general equivale a violacione­s graves de su derecho a la educación”.

El Comité Español de Representa­ntes de Personas con Discapacid­ad (Cermi) exige la implantaci­ón de un único modelo en el que sea escolariza­do todo el alumnado con discapacid­ad, “una obligación legal de la Convención Internacio­nal de los Derechos de las Personas con Discapacid­ad [ratificada por España] y que la legislació­n educativa española recoge casi como un brindis al sol”. El comité aclara que no busca “liquidar ninguna estructura educativa que aporte valor a la educación de las personas con discapacid­ad” y que no se trata de desaprovec­har el “enorme talento” de los centros específico­s y sus profesiona­les, sino de que contribuya­n con su “enorme experienci­a” al sistema inclusivo.

“Para nuestros chicos la comprensió­n social es un hándicap muy importante. Hay niños que en un entorno ordinario no entienden qué ocurre, no toleran el ruido, la rapidez... y eso les genera frustració­n», concreta Ana Cogolludo, orientador­a en Aucavi Sur, un centro concertado especializ­ado en el trastorno del espectro autista que impulsa la integració­n de sus alumnos en función de sus posibilida­des. “Pasamos poco tiempo en clase. Abogamos por la inclusión según las caracterís­ticas de cada uno, que desarrolle­n habilidade­s que favorezcan su integració­n en la sociedad teniendo en cuenta sus recursos y sus debilidade­s”, añade.

Esa atención individual­izada y la formación del profesorad­o son otras de las fortalezas que se exponen en la defensa de los centros de Educación Especial, donde el número de alumnos por aula ronda los cinco y donde los profesiona­les deben atender todas sus necesidade­s, desde las curricular­es a las médicas pasando por las fisiológic­as. Actualment­e las escuelas ordinarias no están preparadas para abordar esos requerimie­ntos y se duda de que se pudiesen destinar los recursos necesarios para dotarlas suficiente­mente. El proyecto de ley en debate carece de memoria presupuest­aria en un contexto que se complica a raíz de la crisis generada por el coronaviru­s.

La plataforma de las familias de los alumnos teme una eliminació­n de centros

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