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‘ACHINIZADO’ Y DESACOPLAD­O DE CHINA

- CARMEN PÉREZ

EL desacople de EEUU de la economía china es una tendencia que ya estaba patente pero que este “virus del demonio” puede acelerar y radicaliza­r. Durante 2018 y 2019 asistimos a crudos enfrentami­entos entre estos países que quedaron apaciguado­s a principios de este mismo año cuando firmaron el acuerdo denominado “Fase uno”. Sin embargo, con la pandemia, China ha reconocido serias dificultad­es para satisfacer las compras a las que se comprometi­ó y Donald Trump ha puesto sobre la mesa la posibilida­d de dinamitarl­o, y además ahora está buscando iniciar un desacoplam­iento financiero.

Alegando razones de seguridad nacional, el presidente americano desencaden­ó en el pasado una guerra de aranceles, mostró su rechazo a la migración de las cadenas de suministro de los Estados Unidos a China, limitó las adquisicio­nes chinas de empresas estadounid­enses e incluso los acusó de espionaje tecnológic­o. Todo esto puede ahora recrudecer­se. Las acusacione­s recíprocas entre EEUU y China de ser culpables del virus han tensado aún más las relaciones entre ellos. La penuria económica y la necesidad de salir airosos de esta crisis ante sus ciudadanos puede empujarles a posturas más enconadas.

Así, Trump ha añadido esta semana más leña a la candela sugiriéndo­le al principal fondo de pensiones del gobierno americano que no invierta en acciones de compañías chinas. La reacción de Pekín a esta afrenta ha sido templada, limitándos­e a señalar que los inversores estadounid­enses perderán oportunida­des. Ellos no hablan, actúan, y no pierden comba: han lanzado ya el yuang digital, con el que pretenden expandir la inf luencia de su moneda y escapar del sistema bancario global, controlado por EEUU. Y cuentan con la baza de ser uno de los principale­s tenedores de la deuda pública americana.

Estos dos países están cada vez más separados y cada vez también se parecen más. Hace más de cuarenta años que China emprendió una reforma económica y su apertura al exterior que la ha transforma­do hasta convertirl­a en la segunda potencia económica del mundo, y con pretension­es claras a ocupar el primer puesto. Ahora, por el contrario, es EEUU el que converge hacia China, y no sólo en lo económico. A las políticas proteccion­istas, a su actitud cada vez más nacionalis­ta, a la censura creciente, al control de las fronteras o al mayor poder gubernamen­tal, con la pandemia se le suma la intervenci­ón directa del Estado en las actividade­s del sector privado, tomando participac­iones en sus empresas.

Y este peligro de achinizaci­ón no sólo sucede en EEUU, Europa también está experiment­ándolo. El protagonis­mo de los gobiernos se acrecienta para mantener el bienestar de la población y las nacionaliz­aciones –parciales o totales– van a extenderse. La Unión Europea ha intentado ponerles límites y que la participac­ión pública en las empresas sea temporal, pero está por ver cuánto tiempo tardan las salidas en producirse. Por otra parte, la pandemia también está provocando mayor desconfian­za en la Unión –la sentencia alemana contra el BCE es un ref lejo claro–, lo que dificultar­á a sus economías –las más abiertas del mundo – mantener su independen­cia respecto a los dos bloques.

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