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PÉREZ GALDÓS EN EL CINE (I)

- VICENTE QUIROGA Académico de Número de la Academia Iberoameri­cana de La Rábida. Periodista.

SOY lector desde niño de Benito Pérez Galdós, para mí el más grande de la Literatura Española, después de Cervantes. Muy pronto despertaro­n mi curiosidad sus Episodios Nacionales, una lectura precoz que distraía transgreso­ramente mis estudios de entonces. Los leo y releo incansable­mente. En el centenario de su muerte que se cumple este año, decidí escribir sobre la adaptación de muchas de sus creaciones al cine, algunas en más de una ocasión. Pero se me adelantó mi querido compañero y mejor amigo, el gran escritor onubense Ricardo Bada, en su diáspora de Colonia en Alemania, con un trabajo, como todos los suyos, preciso y excelente. Desistí del intento y al comentarlo con el propio Bada, éste poco menos que me conminó a convertir en realidad mi primera intención. Y a ello voy.

La obra inmensa de Pérez Galdós es digna de muchas películas o series televisiva­s, que también hubo, pero han sido sus novelas las que más han atraído a los cineastas desde antiguo. En 1916, en la primera versión, muda, Domingo Ceret adaptó El abuelo (1897), con el título La duda. En 1925, José Buchs dirigió la segunda versión, todavía en época del cine mudo, con el título original. Es la historia del anciano protagonis­ta, el conde de Albrit, que tras la muerte de su hijo busca a una de sus nietas. Un año después, 1926, sería Luis R. Alonso, quien llevaría a la pantalla la novela La loca de la casa (1893), otra película muda, que tuvo como intérprete­s a Carmen Viance y Rafael Calvo, que empezaría a destacar entre los galanes del cine de aquel tiempo. Recién terminada la Guerra Civil, que no interrumpi­ó la actividad cinematogr­áfica en ninguno de los bandos en conflicto, en 1940, Benito Perojo, nombre importante en la producción cinematogr­áfica de la época, realizó, con la colaboraci­ón de Joaquín Álvarez Quintero, otra novela del prolífico autor, Marianela (1878), con varios nombres estelares de la interpreta­ción de aquellos años: Mary Carrillo, Julio Peña, Rafael Calvo, Carlos Muñoz y María Mercader, que en 1959 se casaría con el gran actor y director italiano Vittorio de Sica. Nos cuenta los amores de una chica humilde prendada de un joven ciego de familia adinerada.

Adulterio, producción mexicana dirigida por José Díaz Morales, se basaba en el argumento que inspiró El abuelo y sus intérprete­s fueron figuras relevantes del cine de México poco conocidas en España. De ahí su escasa divulgació­n en los cines españoles. En 1950 se estrenó una nueva versión de La loca de la casa (1892), dirigida por Luis R. Alonso, que también se había rodado en México. Destacaba como protagonis­ta uno de los actores más conocidos internacio­nalmente del cine mexicano, Pedro Armendáriz. Uno de los más eximios títulos de ese tiempo fue Doña Perfecta, publicada en 1876, y en la que destacaba como fulgurante protagonis­ta la famosa actriz mexicana Dolores del Río, nombre estelar del cine de ese país. La dirigió Alejandro Galindo en 1950 y constituyó uno de los más notables triunfos de la temporada tanto en México como en España, donde la gran intérprete se estaba haciendo muy popular. Tras el éxito de esta película el cine mexicano siguió muy interesado en la obra galdosiana. Lo demuestra la adaptación de otra de las más prestigios­as y más elogiadas novelas del escritor canario, Misericord­ia (1897), dirigida en 1953 por Zacarías Gómez Urquiza. Sara García encarnó a Benigna, uno de esos personajes inefables de Galdós.

En 1954 fueron los argentinos los que recurriero­n a Galdós y fue Román Viñoly Barreto quien llevó a la pantalla una nueva versión de El abuelo, cuyos principale­s personajes fueron encarnados por intérprete­s muy populares: Enrique Muiño, Mecha Ortíz y Elsa Daniel. También en Argentina se produjo otra nueva versión de Marianela en 1955, dirigida por Julio Porter, con Olga Zubarri, Pedro Laxlat y Domingo Sapelli como principale­s protagonis­tas. La historia de la joven Nela y el ciego Pablo volvió a cautivar a muchos espectador­es. Ese mismo año en México, Juan Bustillo, tras el éxito de La loca de la casa, tomó la novela de Galdós Realidad (1890), para convertirl­a en La mujer ajena (1955), que interpreta­ron Manuel Fábregas, Lupe Inclán y Gustavo Rojo, un actor, éste, que triunfó en el cine español junto a su hermano Rubén.

Fue una época ésta de gran incidencia de la narrativa galdosiana en el cine hispanoame­ricano que culminaría con un título especialme­nte significat­ivo en la filmografí­a de Luis Buñuel, a la sazón dirigiendo cine en México, donde llevaba trabajando varios años en la década de los 50. Así adaptó en 1959 Nazarín, publicada por Galdós en 1895, fiel a su personalid­ad y estilos cinematogr­áficos, a lo que algún crítico calificó de “fábula sobre la insuficien­cia de la solidarida­d y del amor” y algún otro como “los peligros de la bondad”. Fueron sus protagonis­tas Francisco Rabal, que encarnaba al cura protagonis­ta, y las mexicanas Marga López, Rita Macedo y Rosenda Monteros. En 1961 llegaría el gran triunfo de Buñuel que algunos consideran basada en otra novela de Galdós Halma (1896): del llamado “ciclo espiritual­ista”, que Buñuel tituló Viridiana y que ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes. Rodada en España, sus protagonis­tas fueron Fernando Rey, Silvia Pinal, Francisco Rabal y Margarita Lozano. L’Osservator­e Romano la consideró “impía y blasfema”, lo que desató el escándalo y en España la censura prohibió su exhibición. No se estrenaría hasta 1977. Buñuel entraría de nuevo en la obra de Galdós con su versión de Tristana.

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