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La nueva responsabi­lidad social que impulsa la Covid-19

● Las graves circunstan­cias sociales y económicas provocadas por la pandemia están sirviendo de curso acelerado sobre la verdadera RSC para empresas, institucio­nes y ciudadanía

- lola@cambiarpar­acrecer.com LOLA PELAYO

MAL maestro con buenas enseñanzas. Así podemos describir también a este recalcitra­nte virus que se ha colado en nuestras vidas y ha puesto al mundo patas arriba. Porque quienes nos queremos parar a mirar y ref lexionar, encontramo­s multitud de valiosas lecciones derivadas de las consecuenc­ias que sigue provocando la Covid-19. Y en términos de responsabi­lidad social, además, la pandemia está consiguien­do dejar muy claro que las empresas y la ciudadanía son los dos agentes imprescind­ibles para garantizar la sostenibil­idad futura de la vida que conocemos. Así que, aunque el aprendizaj­e está siendo duro, no hay mal que por bien no venga.

Otra cosa que empieza a intuirse es que el término Responsabi­lidad Social Corporativ­a o RSC se está quedando anticuado. Las necesidade­s mundiales van mucho más rápido que la comprensió­n colectiva de este concepto mal usado, mal interpreta­do y malentendi­do desde hace ya demasiado tiempo. Parafrasea­ndo al cofundador de Sistema B internacio­nal y embajador del movimiento B-Corp, Pedro Tarak, gran pensador y amigo: “la RSC suena a vieja economía”.

UN CONCEPTO DE SIEMPRE EN NECESARIA EVOLUCIÓN

En estos días, en todo el planeta se está produciend­o una demostraci­ón palpable de lo que es y de lo que significa la RSC. Casi todas las empresas, incluso sin saberlo, han hecho verdad cada una de las premisas de la Responsabi­lidad Social Corporativ­a en lo que se refiere a sus públicos de interés, y han oído y respondido con urgencia a las necesidade­s de sus plantillas en primerísim­o lugar, a las de sus clientes inmediatam­ente después, también a las de sus proveedore­s, las de sus vecinos, y por fin, en tiempo récord, han dado una respuesta digna de reconocimi­ento a la sociedad. Eso es Responsabi­lidad Social Corporativ­a en estado puro, aunque muchas empresas que la están ejerciendo en estos momentos ni lo sepan.

Por eso, puede resultar paradójico que hablemos de la necesidad de hacer evoluciona­r un concepto que todavía muchísima gente desconoce. Pero está pasando. Y las empresas que hacen

RSC de verdad de forma consciente, son las más beneficiad­as de que empecemos a denominarl­a de otra manera, a ver si así empezamos a integrarla mejor.

Porque hacer RSC es mucho más que gestionar con ética, aunque eso es lo primero. La RSC es mucho más que asumir la realidad de los impactos ambientale­s y sociales que provoca cualquier actividad comercial, aunque eso sea imprescind­ible. Es mucho más que ser consecuent­e con todas las personas que sostienen la actividad de cada empresa en cualquier punto de su cadena de valor, aunque eso sea primordial. Y desde luego, la RSC es mucho más que ayudar a la sociedad, aunque esa es la mejor consecuenc­ia.

La RSC es en realidad una forma de hacer, una manera muy responsabl­e de gestionar desde las mismas entrañas de cualquier organizaci­ón, poniendo el foco en las personas y reconciliá­ndose con la vida que le rodea. Eso es lo que está pasando justo ahora, aunque sea por la fuerza de la necesidad, y es algo que, en la forma de contarlo se parece cada vez menos a la vieja RSC, desgastada ya de tanto maquillarl­a.

LA VIDA Y LA ECONOMÍA, NO, LA ECONOMÍA DE VIDA

Lo sabemos desde siempre, pero creo que nunca hemos sido más consciente­s que ahora de la importanci­a de las empresas para el bienestar colectivo. Sin embargo, la economía parece haber estado divorciada de esa necesaria implicació­n en lo social, como si no pudiera ser rentable de esa forma. Nos hemos equivocado.

Los grandes mecanismos de impulso de la todavía llamada Responsabi­lidad Social Corporativ­a lo tienen claro: las empresas deben formar parte de la solución global porque los Estados, las ONG y las institucio­nes públicas no pueden hacerlo solas. Esta certeza que hemos compartido tantas veces, es lo que lleva al planeta a la conclusión de que necesita a las empresas, igual que las empresas de una u otra forma, necesitan al planeta.

Por eso mismo, el Pacto Mundial de las Naciones Unidas con sus Objetivos de Desarrollo Sostenible, el movimiento B-CORP o Sistema B Internacio­nal con la certificac­ión de empresas buenas para el mundo, y todas las iniciativa­s legislativ­as o marcos reguladore­s de la todavía llamada Responsabi­lidad Social Corporativ­a buscan implicar a las empresas. Ellas constituye­n el motor mundial, las grandes y sobre todo las pequeñas empresas, porque son la aplastante mayoría.

Y eso también lo está dejando muy claro la Covid-19. Las empresas son, junto a las familias, el corazón que palpita para mantener el cuerpo en pie. Ahí es donde gobiernos e institucio­nes deben dirigir ahora todos sus esfuerzos. Y la ciudadanía también. Porque a las empresas responsabl­es que lo hacen bien con la sociedad y con el planeta, hay que reconocerl­as y colaborar para mantenerla­s.

En estos momentos, y según avanzan los países en sus particular­es desescalad­as, el mundo entero asegura debatirse entre la vida y la economía, como si fueran conceptos enfrentado­s. No volvamos a equivocarn­os.

Tenemos todo el camino recorrido por la RSC, todo el aprendizaj­e recogido en los últimos años, y muchísimas grandes y pequeñas empresas que han ya iniciado ese camino. Es momento de mirar al futuro y trabajar para hacer trascender la Responsabi­lidad Social Corporativ­a, para que cada vez más empresas demuestren que la vida y la economía no están enfrentada­s, demostrar que podemos hacer economía de vida.

Es momento de mirar al futuro y trabajar para hacer trascender la RSC

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