La nueva responsabilidad social que impulsa la Covid-19
● Las graves circunstancias sociales y económicas provocadas por la pandemia están sirviendo de curso acelerado sobre la verdadera RSC para empresas, instituciones y ciudadanía
MAL maestro con buenas enseñanzas. Así podemos describir también a este recalcitrante virus que se ha colado en nuestras vidas y ha puesto al mundo patas arriba. Porque quienes nos queremos parar a mirar y ref lexionar, encontramos multitud de valiosas lecciones derivadas de las consecuencias que sigue provocando la Covid-19. Y en términos de responsabilidad social, además, la pandemia está consiguiendo dejar muy claro que las empresas y la ciudadanía son los dos agentes imprescindibles para garantizar la sostenibilidad futura de la vida que conocemos. Así que, aunque el aprendizaje está siendo duro, no hay mal que por bien no venga.
Otra cosa que empieza a intuirse es que el término Responsabilidad Social Corporativa o RSC se está quedando anticuado. Las necesidades mundiales van mucho más rápido que la comprensión colectiva de este concepto mal usado, mal interpretado y malentendido desde hace ya demasiado tiempo. Parafraseando al cofundador de Sistema B internacional y embajador del movimiento B-Corp, Pedro Tarak, gran pensador y amigo: “la RSC suena a vieja economía”.
UN CONCEPTO DE SIEMPRE EN NECESARIA EVOLUCIÓN
En estos días, en todo el planeta se está produciendo una demostración palpable de lo que es y de lo que significa la RSC. Casi todas las empresas, incluso sin saberlo, han hecho verdad cada una de las premisas de la Responsabilidad Social Corporativa en lo que se refiere a sus públicos de interés, y han oído y respondido con urgencia a las necesidades de sus plantillas en primerísimo lugar, a las de sus clientes inmediatamente después, también a las de sus proveedores, las de sus vecinos, y por fin, en tiempo récord, han dado una respuesta digna de reconocimiento a la sociedad. Eso es Responsabilidad Social Corporativa en estado puro, aunque muchas empresas que la están ejerciendo en estos momentos ni lo sepan.
Por eso, puede resultar paradójico que hablemos de la necesidad de hacer evolucionar un concepto que todavía muchísima gente desconoce. Pero está pasando. Y las empresas que hacen
RSC de verdad de forma consciente, son las más beneficiadas de que empecemos a denominarla de otra manera, a ver si así empezamos a integrarla mejor.
Porque hacer RSC es mucho más que gestionar con ética, aunque eso es lo primero. La RSC es mucho más que asumir la realidad de los impactos ambientales y sociales que provoca cualquier actividad comercial, aunque eso sea imprescindible. Es mucho más que ser consecuente con todas las personas que sostienen la actividad de cada empresa en cualquier punto de su cadena de valor, aunque eso sea primordial. Y desde luego, la RSC es mucho más que ayudar a la sociedad, aunque esa es la mejor consecuencia.
La RSC es en realidad una forma de hacer, una manera muy responsable de gestionar desde las mismas entrañas de cualquier organización, poniendo el foco en las personas y reconciliándose con la vida que le rodea. Eso es lo que está pasando justo ahora, aunque sea por la fuerza de la necesidad, y es algo que, en la forma de contarlo se parece cada vez menos a la vieja RSC, desgastada ya de tanto maquillarla.
LA VIDA Y LA ECONOMÍA, NO, LA ECONOMÍA DE VIDA
Lo sabemos desde siempre, pero creo que nunca hemos sido más conscientes que ahora de la importancia de las empresas para el bienestar colectivo. Sin embargo, la economía parece haber estado divorciada de esa necesaria implicación en lo social, como si no pudiera ser rentable de esa forma. Nos hemos equivocado.
Los grandes mecanismos de impulso de la todavía llamada Responsabilidad Social Corporativa lo tienen claro: las empresas deben formar parte de la solución global porque los Estados, las ONG y las instituciones públicas no pueden hacerlo solas. Esta certeza que hemos compartido tantas veces, es lo que lleva al planeta a la conclusión de que necesita a las empresas, igual que las empresas de una u otra forma, necesitan al planeta.
Por eso mismo, el Pacto Mundial de las Naciones Unidas con sus Objetivos de Desarrollo Sostenible, el movimiento B-CORP o Sistema B Internacional con la certificación de empresas buenas para el mundo, y todas las iniciativas legislativas o marcos reguladores de la todavía llamada Responsabilidad Social Corporativa buscan implicar a las empresas. Ellas constituyen el motor mundial, las grandes y sobre todo las pequeñas empresas, porque son la aplastante mayoría.
Y eso también lo está dejando muy claro la Covid-19. Las empresas son, junto a las familias, el corazón que palpita para mantener el cuerpo en pie. Ahí es donde gobiernos e instituciones deben dirigir ahora todos sus esfuerzos. Y la ciudadanía también. Porque a las empresas responsables que lo hacen bien con la sociedad y con el planeta, hay que reconocerlas y colaborar para mantenerlas.
En estos momentos, y según avanzan los países en sus particulares desescaladas, el mundo entero asegura debatirse entre la vida y la economía, como si fueran conceptos enfrentados. No volvamos a equivocarnos.
Tenemos todo el camino recorrido por la RSC, todo el aprendizaje recogido en los últimos años, y muchísimas grandes y pequeñas empresas que han ya iniciado ese camino. Es momento de mirar al futuro y trabajar para hacer trascender la Responsabilidad Social Corporativa, para que cada vez más empresas demuestren que la vida y la economía no están enfrentadas, demostrar que podemos hacer economía de vida.
Es momento de mirar al futuro y trabajar para hacer trascender la RSC