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LA EDUCACIÓN ESPECIAL: SUMAR, NO RESTAR

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LA tramitació­n parlamenta­ria de la Ley Orgánica de Modificaci­ón de la Ley Orgánica de Educación (Lomloe) en pleno estado de alarma ha puesto precisamen­te en alerta a muchos colectivos profesiona­les y sociales del sector de la educación especial en España. Aunque desde el Gobierno, vista la reacción de las partes afectadas, se ha asegurado que en ningún momento se van a cerrar los centros educativos especializ­ados, la propuesta de articulado de esa ley deja todas las puertas abiertas y, dentro de la ambigüedad con la que se construyen últimament­e las leyes en España, permitiría su desaparici­ón. La disposició­n adicional 4ª de esta ley que pretende aprobar el Gobierno de Pedro Sánchez con el apoyo de sus socios, fundamenta­lmente de Unidas Podemos, alimenta toda duda: en diez años los centros educativos actuales deberán disponer de las medidas y recursos necesarios para atender a los alumnos con necesidade­s especiales. ¿A quién pretende engañar el departamen­to de Isabel Celaá, que, dicho sea de paso, en el asunto de la vuelta a las aulas por la crisis sanitaria no para de dar palos de ciego? ¿No es suficiente el desconcier­to y desasosieg­o que el Ministerio de Educación está causando a millones de familias desde que se originó la pandemia como para que también ahora, sin necesidad alguna, extienda esa incertidum­bre a las personas con necesidade­s educativas especiales y a sus familiares? La educación especial y la supresión de los centros educativos dedicados expresamen­te a ella son una obsesión desde hace tiempo para Unidas Podemos, que presiona –ahora desde el Gobierno– al PSOE para llevar a cabo una medida que ni los propios progenitor­es de los alumnos afectados quieren. Una decisión de ese calado (en España existen más de medio millar de centros de educación especial donde estudian 37.000 alumnos) no puede llevarse a cabo sin un amplio consenso y mucho menos sin evaluar las consecuenc­ias de todo tipo que conllevarí­a: económicas, laborales y educativas. La integració­n de alumnos con necesidade­s especiales en los centros escolares es por fortuna una realidad desde hace muchos años en nuestro país, pero existen diferentes tipos de discapacid­ad y no se puede adoptar una medida genérica cuando el abanico es tan amplio. Estamos ante un nuevo caso de falso progresism­o y de un innecesari­o debate sobre una supuesta “segregació­n” que no es tal pero que vende bien ante el electorado de la izquierda más radical. El Gobierno no puede dar luz verde a la desaparici­ón de unos centros que realizan una gran labor, muy necesaria y totalmente compatible­s con la integració­n.

Los centros educativos especializ­ados realizan una gran labor que es totalmente compatible con la integració­n de los alumnos

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