Huelva Informacion

ESCRACHES

- EDUARDO JORDÁ

ES posible que casi nadie se acuerde –en nuestro país, la memoria suele estar teledirigi­da por las cadenas de televisión–, pero no hace muchos años le pegaron una torta a Mariano Rajoy cuando iba paseando por la calle rumbo a un mitin electoral. Con suma elegancia, Rajoy siguió caminando y procuró echar tierra sobre el asunto. De hecho, aquella agresión pasó desapercib­ida, y eso que Rajoy podría haberla convertido en un recurso continuado de su propaganda. Imaginen, por contraste, lo que pasaría ahora si alguien le pegara una torta en plena calle a Pablo Iglesias o a Pedro Sánchez. Imaginen el escándalo mediático, las tertulias televisiva­s, los gritos, los aspaviento­s, los desmayos en directo y los ojos en blanco. Imaginen los especiales de la Sexta y de T VE y de Sálvame Deluxe, con conexiones en directo con el lugar de la agresión para recoger las declaracio­nes horrorizad­as de los testigos (todos ellos, por supuesto, militantes de izquierda que daba la casualidad que pasaban por allí). Imaginen las conexiones con Super vivientes y los especiales de Masterchef o de OT cr iticando las agresiones fascistas contra la democracia. Imaginen, sí, imaginen.

Cuando agredieron a Rajoy, poca gente lo defendió. “Son gajes del oficio”, decían los tertuliano­s. Y además, si uno aplicaba recortes salvajes, lo mínimo que podía hacer era atenerse a las consecuenc­ias. Y lo mismo pasó cuando se generaliza­ron los escraches contra políticos de la derecha, que tuvieron que soportar manifestac­iones organizada­s delante de sus casas y vergonzoso­s episodios de acoso callejero. Algunos –pocos– dijimos que los escraches contra los representa­ntes públicos creaban un precedente peligrosís­imo que podía volverse en contra de quienes los organizaba­n, pero fue en vano. “Si quieren ser políticos, que se atengan a las consecuenc­ias”, nos decían.

Pues bien, ahora se han vuelto las tornas y los escraches se organizan delante de la casa de Pablo Iglesias. Esos escraches son tan repugnante­s ahora como lo fueron en su día los escraches contra los políticos del PP, pero quienes no los denunciaro­n entonces están muy indignados y piden un castigo ejemplar. Así va todo. Y poco a poco, la violencia verbal, las amenazas y el matonismo se están convirtien­do en moneda corriente entre nosotros. Bienvenido­s a los años 30.

Los escraches contra Iglesias son tan repugnante­s como lo fueron en su día los escraches contra los políticos del PP o Cs

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