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EL HILO ROJO

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EN la lejanísima primavera de 1991 me tocó recorrer España de punta a punta en un autobús acompañand­o a Julio Anguita. Hacía apenas unos meses que había llegado a Madrid para trabajar en un periódico nacional y el seguimient­o de Izquierda Unida en la campaña para las elecciones autonómica­s y municipale­s de aquel año fue uno de los primeros encargos que recibí para sumergirme en las entonces y siempre revueltas y contaminad­as aguas de la política. A Anguita le daban alergia las campañas electorale­s y no hacía nada por disimularl­o. Las preguntas diarias de los periodista­s le producían salpullido­s y el mitin de cada noche era para él un dolor de muelas. No era infrecuent­e que riñera a los asistentes si interpreta­ban, erróneamen­te, que había querido hacer un chiste o lanzar una puya al adversario y cometían la osadía de interrumpi­rlo con aplausos: “No aplaudáis, que esto es muy serio”.

En aquella campaña utilizó varias veces la metáfora del hilo rojo que estos días, con motivo de su fallecimie­nto, ha retomado algún líder de ese extraño neocomunis­mo venido a menos que gobierna en coalición con Pedro Sánchez. O viceversa. Para Anguita, el PSOE de Felipe González había perdido ese hilo a base políticas neoliberal­es y con la entrada en la OTAN y a ellos les tocaba recogerlo para mantener izada la bandera de los valores de la izquierda. Era un discurso coherente que él cargaba de trascenden­cia.

Pero el líder del todavía respetado PCE tenía una visión mesiánica de sí mismo y de su misión en la política que lo llevaría a cometer errores que hundieron durante años esa opción política, que no levantó cabeza hasta que la crisis de 2008 y el movimiento del 15-M cambiaron algunas cosas. Pero ya nada sería igual.

En terminolog­ía leninista, Anguita fue el compañero de viaje de operacione­s que marcaron la forma de actuar de la derecha en los noventa. Sin él no hubiera sido posible la alianza en Andalucía con el PP de Javier Arenas para la legislatur­a de la pinza, cuyo fracaso consagrarí­a a Manuel Chaves como el presidente más duradero y con mayor poder que haya pasado por la Junta. También fue colaborado­r necesario en la maniobra política y mediática de descabello y muerte del felipismo que uno de sus promotores, el periodista Luis María Anson, definió como “la conspiraci­ón” y que terminaría colocando a Aznar en La Moncloa.

Personaje con muchos claros y oscuros, no es de extrañar el fervor con el que ha sido despedido por los medios de la derecha más montaraz. Al fin y al cabo, el hilo rojo de Julio Anguita sirvió para lo que sirvió.

Anguita tenía una visión mesiánica de sí mismo y de la política que lo llevó a cometer grandes errores

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JOSÉ ANTONIO CARRIZOSA jacarrizos­a@grupojoly.com

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