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“CHAPUZAS PSOE, LE PONGO CON MONCLOA”

- MANUEL BAREA

ME pongo en el pellejo de uno de esos militantes del PSOE de toda la vida. De los que son del partido pase lo que pase. Por ejemplo, alguien de mi quinta o no mucho mayor que se afilió al partido o a sus juventudes a finales de los setenta o principio de los ochenta. O más: alguien que lo lleve en los genes, alguien a quien le ha traspasado la condición de socialista la familia, sus abuelos, sus padres... Que es de fábrica, vamos. Lo deben estar pasando mal. Supongo.

Distintos son los advenedizo­s, los que se han colgado a las siglas según han ido corriendo los (buenos) tiempos. Ahora me engancho con el felipismo, ahora en Andalucía meto el pescuezo en la Junta, a ver qué pasa. ¿Socialista yo? De toda la vida.

A estos últimos les debe dar igual, les debe parecer normal, el comportami­ento de algunos de los dirigentes de su partido, empezando por el secretario general –que también es presidente del

Gobierno–, durante estos interminab­les meses de estado de alarma, confinamie­nto, pandemia, coronaviru­s o como sea que se llame ya esta mierda.

Pero a los otro no. Insisto, lo deben estar pasando mal. Uno quiere defender a toda costa a la familia. “La familia es lo primero”, que dijo el otro, atusándose el bigotillo, acariciand­o al gato. Pero se les debe hacer cuesta arriba. Jodido. Al frente de la familia hay ahora una gente que va a acabar con ella. Se enrolla con otras familias con las que no debiera hacerlo. A buena parte de la parentela no le hacen ninguna gracia esos lazos. Pero calla.

En la libreta que llevé a la presentaci­ón del libro de Juan Manuel Marqués, El cambio andaluz, en octubre del año pasado, anoté una frase de uno de los participan­tes en el acto, Elías Bendodo. El hombre fuerte del Gobierno andaluz que ha puesto fin a cerca de cuarenta años de dominio socialista en Andalucía dijo que “el votante de izquierda es más exigente”. Lo hacía para ilustrar que había llegado el momento de su partido, el PP, que debía aprovechar de una vez por todas la frustració­n y el hastío que entre mucho de los simpatizan­tes/votantes socialista­s debía estar causando el lastre cada vez más pesado

que arrastraba el PSOE, una carga en la que sobre todo hacía estragos la incomodida­d –y la suciedad– de los ERE.

Sea o no como dijo el portavoz y consejero Bendodo, esa exigencia de la izquierda –concretand­o, de los socialista­s– consigo misma –consigo mismos– parece perdida, o difuminada, o está escondida. Son unos cuantos en estos últimos meses, pero el episodio del acuerdo para derogar la reforma laboral del PP, con el apoyo de Bildu, en pleno pifostio pandémico, empuja a muchos miembros de la familia del PSOE a hacérselo mirar. No es de extrañar que muchos quieran desmarcars­e de lo que se hace en La Moncloa. Pero desgraciad­amente para ellos, lo que ahí se fabrica tiene hoy por hoy una marca: Chapuzas PSOE.

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