Huelva Informacion

Que la memoria no sea de cera

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Me pregunto por qué voy a hablar de algo cuando nadie me ha pedido que lo haga. La razón fundamenta­l es el silencio. Si bien el silencio, a veces, es un símbolo de prudencia, sin embargo en otras ocasiones es un acto de indiferenc­ia, de complicida­d o de cobardía. Quiero hablar de los maestros, de los profesores, de los docentes, en su conjunto. En la situación tan complicada y dolorosa en la que estamos inmersos creo que habrá pocas profesione­s que en un periodo tan cortísimo de tiempo se hayan tenido que reinventar como servicio público y en beneficio del interés general. Su actividad ordinaria como docentes, sus cometidos competenci­ales, sus estrategia­s de intervenci­ón y sus relaciones con quienes configuran su área de influencia… todo ha tenido que ser reconstrui­do desde la perspectiv­a de una realidad inimaginab­le hace unos meses. La vida escolar, en general, se sustenta en las interaccio­nes directas entre los docentes y su alumnado. Esta relación asimétrica siempre se ha considerad­o como indispensa­ble para que se mantenga la acción educativa. Pues bien, sin renunciar a las programaci­ones ordinarias, sin perder el contacto personal con los alumnos, sin abandonar los objetivos generales reflejados en los planes de centro, sin dejar de lado la atención individual­izada y la formación integral de los escolares, los docentes, discretame­nte, pasado un cierto tiempo de estupor, con directrice­s no siempre acertadas y a veces contradict­orias, manejando unas tecnología­s para las que muchos no estaban ni tenían obligación de estar formados, se han recompuest­o, se han renovado y se han

adaptado a la nueva situación para mantener la actividad escolar hasta fin de curso. Cuando un grupo amplía voluntaria­mente sus obligacion­es ordinarias en beneficio de la comunidad decimos que su conducta es ejemplar. Las virtudes no las reconocemo­s en nosotros sino en los demás y así cuando observamos que hay personas o colectivos que las poseen nos producen una cierta admiración y un deseo de asemejarno­s a estos referentes. Es lo que nos está ocurriendo con profesiona­les como los sanitarios, repartidor­es, camioneros, barrendero­s, recolector­es, ejército, policía, empleados de la industria y del comercio básico, funcionari­os, entre otros. Por eso es justo manifestar­les nuestro reconocimi­ento y agradecimi­ento por su esfuerzo y dedicación, muy por encima de lo obli

gado, por contribuir a la búsqueda de la deseada normalidad escolar. Cuando todo esto pase, tengamos siempre presente que es la educación, junto a la ciencia y la protección y defensa de los derechos civiles, lo que nos salvará ante un futuro incierto donde segurament­e muchas cosas no serán igual a como las hemos conocido hasta ahora. Que no se nos olvide que los docentes, y así lo están demostrand­o, son parte insustitui­ble de la solución. Porque la memoria es de cera. Francisco A. Gomera López. Inspector de Edu

cación jubilado.

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