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“Recuperar el espíritu del viejo periodismo es lo más moderno”

- Enrique Abuín

–Un compañero de oficio sostiene que los periódicos se están convirtien­do en agencias de papel. ¿Le suena o le parece exagerado?

–Es evidente que ha habido un deterioro en la calidad de la prensa porque los periódicos tienen problemas económicos e insuficien­cia de recursos para mantener sus redaccione­s. Pero al final los periódicos deberían ser lo que siempre han sido: una referencia intelectua­l, una guía y un estímulo para los lectores. Creo que los periódicos sí tienen futuro y además creo que para que lo tengan, tenemos que volver al espíritu de lo que siempre ha sido el periodismo. –¿El del análisis, el debate y las grandes firmas, no?

–Una vez dije en una reunión interna, y la gente se sorprendió, que teníamos que hacer el periódico como se hacía en el siglo XIX. No era una provocació­n ni una boutade, sino volver a un periódico con interpreta­ción de la realidad con grandes firmas y debate de intelectua­les.

Recuperar el espíritu del viejo periodismo creo que es lo más moderno. Lo que los periódicos de papel no pueden hacer es competir con las redes sociales o las ediciones digitales.

–En su Elogio de la quietud dice que “sin el cine, los periódicos de papel, el boxeo y la sopa de ajo, la vida no vale nada”. Más claro, el agua.

–Son mis pasiones. Acabo de cumplir 65 años y si me comparo con mis cuatro hijas, ellas tienen otra manera de ver el mundo y otras afinidades, pero yo soy una persona que ha crecido con el cine. El cine en los años 60, en una sociedad tan cerrada como la española, era una ventana al mundo. Siempre desde niño sentía fascinació­n por los periódicos, esperaba que llegara mi padre a casa para leerlos. El cine y los periódicos forman parte de mi código genético.

–¿Que diarios de tirada nacional le dejen escribir columnas sobre la sopa de ajo o los cruasanes es una forma de resistenci­a, no?

–Creo que hay una necesidad en el lector de leer ese tipo de ref lexiones. Yo no escribo ese tipo de columnas como una opción deliberada que pueda tener un hueco o que puede gustar o no. Me sale de dentro. Escribo lo que af lora de mi interior. La espontanei­dad que hay en esa creación, creo que llega al lector. Además, es evidente que el lector está harto de columnas políticas, muy basadas en el día a día y que son muy perecedera­s. En cambio, una ref lexión sobre la sopa de ajo es algo perenne que llega a mucha a gente y podrá ser leída dentro de 20 o 30 años, ojalá, con la misma frescura que hoy. –Es raro que no metiera en su recopilaci­ón su famoso Elogio del cruasán en el que decía que en España no se ha conseguido imitar la calidad de los franceses.

–Fue un poco aleatoria la selección. Ese artículo lo dejé fuera, pero me hubiera gustado meterlo. Hay buenos cruasanes en Madrid. Algunas pastelería­s tienen nivel alto, pocas. Aunque no, sinceramen­te cuando vivía en París los cruasanes eran diferentes, no sé si era por el hambre o por qué. –¿O por la mantequill­a?

– Sí. La calidad viene determinad­a por la mantequill­a. Y sí, en París y en Francia se hacen los mejores.

–Es un firme convencido de la frase de Sartre de que “el hombre está con

El lector está harto de columnas políticas, muy basadas en el día a día y que son muy perecedera­s”

denado a la libertad”.

¿Incluso, hoy?

–Es una frase que digo siempre y que es muy aplicable a la crisis del coronaviru­s con toda la fragilidad del ser humano y que ha puesto en cuestión muchas seguridade­s. A pesar de todo, a pesar de los problemas, el hombre está condenado a la libertad. No nacemos con una esencia. El hombre se construye mediante sus decisiones, mediante el ejercicio de la libertad y la libertad es algo irrenuncia­ble. Ahora suena raro pero no podemos renunciar a la libertad y somos responsa

bles de nuestros actos. Lo creo firmemente.

–Si lo de hoy es la nueva normalidad, ¿qué era lo de ayer o lo de hace 50 años?

–Es un concepto tramposo. Sólo hay una normalidad, la de nuestras vidas, la de podernos reunir con nuestros amigos, bañarnos en la playa o hacer lo que nos plazca. Para mí, la normalidad es hacer lo que siempre he hecho y me ha gustado. Aspiro a una vieja normalidad.

–¿Se encontrará algún remedio contra la nostalgia o el sentir melancólic­o?

–No quiero un remedio contra la melancolía. La busco deliberada­mente porque al final somos nuestro pasado. El futuro no existe. Somos nuestras raíces y nuestros mejores momentos están en el pasado. Tiendo a la melancolía, a recordar mi infancia y mi adolescenc­ia. No quiera renunciar a ello y no quiero sea negativo. El término etimológic­o de melancolía tal y como lo definió Aristótele­s es negativo de depresión y mal estado de ánimo, pero para mí las palabras melancolía y nostalgia son valores positivos.

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