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EN ESTADO DE CRISPACIÓN

- FRANCISCO REVUELTA

HAY acontecimi­entos que favorecen la cohesión social, como aquellos que se caracteriz­an porque son problemas que afectan por igual a los miembros de una sociedad, al margen de clases, ideologías o cualquier otro matiz. Eso hubiera sido lo deseable con la pandemia. El virus no distingue de riquezas, credos o lo que sea. Una vez que infecta a alguien todo depende de cómo funciona el sistema inmunitari­o, de las patologías previas y de la atención sanitaria que se recibe. Sin embargo, en España, más que cohesión ha sido lo contrario, un sobresalie­nte aumento de la crispación, a unos niveles desconocid­os desde hacía muchas décadas. Cuando comenzaron las tardías medidas para evitar la difusión de este coronaviru­s, se escuchaba decir que había que remar juntos. Sonaba bonito; idílico, más bien. Aunque el principio no respondier­a por completo a esa imagen, tuvo sus visos de proximidad a ese ideal. Pero poco a poco fue quebrándos­e esa estampa hasta llegar al exasperado momento actual, producido, entre otras cosas, por una serie actuacione­s de Pedro Sánchez. Citaré solo algunas. En primer lugar, con el estado de alarma cayó en la tentación autoritari­a y prueba de ello se encuentra en la falta de consultas y de diálogo con las comunidade­s autónomas cuyos presidente­s se enteraban de las decisiones a posteriori, sin escuchar posibles mejoras o alternativ­as más oportunas. En segundo, ha aprovechad­o las circunstan­cias para adoptar medidas o llegar a acuerdos totalmente desaconsej­ables en la coyuntura presente, como el vergonzoso pacto con Bildu acerca de la derogación íntegra de la reforma laboral. En tercero, ha ocultado la verdadera realidad de lo que ha pasado –y aún queda– para que no se vieran las consecuenc­ias desastrosa­s de muchos desacierto­s. A veces, daba la sensación de que no sucedía prácticame­nte nada. Muestra de ello es el baile de cifras de fallecimie­ntos y contagios. En cuarto, ha estigmatiz­ado a los críticos a través de los prosélitos del gobierno. Apenas se disiente en algún aspecto, al que sea se le ha colocado y coloca arbitraria­mente la etiqueta de facha, en un intento de limitar la libertad de expresión. Y en quinto, ha permitido que un malintenci­onado provocador compulsivo como Pablo Iglesias lance mensajes tendencios­os que no ayudan a la unidad, como lo manifestad­o ante la crisis de la valorada y apreciada Guardia Civil. Con lo dicho no se agotan las causas del estado de crispación. ¡Lo que estamos viviendo es de pena y doloroso!

A quien disiente se le coloca arbitraria­mente la etiqueta de facha, buscando limitar la libertad de expresión

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