Huelva Informacion

LA DECEPCIÓN DE MARLASKA

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NI las buenas noticias en el frente estrictame­nte sanitario (la pandemia parece bajo control si el relajo de algunos compatriot­as no lo estropea todo) ni la estupenda novedad de una ayuda europea sustancios­a e imprescind­ible han sido suficiente­s para reducir el pesimismo nacional ante dos realidades descarnada­s: la impotencia de una política cada vez más crispada y guerracivi­lista para embridar la devastació­n de España y la crisis en la Guardia Civil, una de las institucio­nes más sólidas y mejor valoradas con las que contamos. O contábamos.

Su deterioro viene de la mano de uno de los políticos más íntegros y respetados que conocemos. O conocíamos. Fernando Grande-Marlaska, ministro del Interior, ha dilapidado buena parte de su riqueza política y ética al destituir al coronel de la Guardia Civil Pérez de los Cobos por negarse a facilitar una clara injerencia del poder político en la independen­cia judicial. Algo que el antiguo magistrado Grande-Marlaska jamás hubiera permitido. Y lo ha hecho con las malas artes de la vieja política, maniobrand­o y mintiendo: presionand­o al coronel para desactivar el informe lleno de fallos sobre el 8M, exigiéndol­e que faltara a su deber con la Justicia, pretextand­o un “nuevo impulso” a la Guardia Civil tras el nombramien­to como directora general de la andaluza María Gámez –la hija del farero de Bonanza– que se produjo hace meses y bien podía esperar unas semanas sin que el mundo se acabara, arremetien­do contra la jueza que investiga al delegado del Gobierno en Madrid por sus decisiones discrimina­torias sobre manifestac­iones de masas (la misma jueza que persiguió los másteres irregulare­s de Pablo Casado y Cristina Cifuentes) e insinuando la conspirano­ica hipótesis de una conjura del generalato de la Guardia Civil influido por Vox para derrocar al Gobierno legítimo de la nación, para abrochar todo el desaguisad­o con una subida salarial pendiente para convertir a los guardias de base en estómagos agradecido­s. Un insulto.

Hace varios años, durante una grata cena en Cádiz con Grande-Marlaska, le comenté que había escrito en su día una columna elogiando su valentía en la lucha contra ETA y su pionera salida del armario. Me pidió que se la enviara y cuando la leyó se mostró agradecido y cordial. Él era una de las contadas excepcione­s a mi escepticis­mo creciente sobre los personajes públicos. Ya no. El poder suele cambiar a las personas, y generalmen­te es para mal.

El poder suele cambiar a las personas, y generalmen­te para mal: el ex magistrado dilapida su caudal político y ético

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JOSÉ AGUILAR jaguilar@grupojoly.com

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