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ANTIFASCIS­TAS

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SI usted puede repetir sin atrancarse y cuantas veces quiera la frase “no soy un fascista” usted es un antifascis­ta. Pero no se asuste, eso le coloca en el bando de los buenos. No, la cosa no va de “extremos que se tocan”, la cosa está en situarse frente a la ideología del odio y al lado va a tener a personajes tan variopinto­s como Angela Merkel, Durruti, Churchill, el ciudadano Bergoglio, De Gaulle o Pasionaria: liberales, socialdemó­cratas, democristi­anos, anarquista­s, conservado­res, comunistas a lo largo y ancho de la geografía y la historia han combatido y combaten esa ideología que promulga, a base del genocidio y el terror, la superiorid­ad racial, la purga ideológica, el mayor de los totalitari­smos.

Los oscuros tiempos que vivimos alimentan monstruos que nuestra sociedad sólo puede combatir con la misma unidad con que en países como el nuestro se ha combatido la mayor pandemia mundial de los últimos cien años.

La historia nos da importante­s ejemplos de ello: aquella otra pandemia de 1918, la crisis económica que vino después y una frágil cultura democrátic­a en los albores del siglo pasado fueron el caldo de cultivo del fascismo más cruel. Cuando aquel monstruo se hizo demasiado grande hizo falta que, muchas muertes después, para acabar con ese fascismo que conoció su máximo esplendor en la Alemania nazi, se aliaran líderes mundiales de todo tipo: desde la Gran Bretaña conservado­ra y la liberal América hasta la comunista Unión Soviética. Cuando acabaron con Hitler, Mussolini y Hideki Tojo se dejaron algún que otro cabo suelto como ese otro fascista que en España gobernó 32 años más y dejó todo “atado y bien atado” para que sus ideas no terminaran nunca de desaparece­r o esos líderes nazis que escaparon a Argentina, Chile… para inspirar réplicas fascistas en aquellos países.

Ese empeño en combatir el fascismo, esa pregunta subyacente sobre qué había pasado, cómo se había permitido que algo así pasara en una sociedad civilizada dio lugar a la llave maestra para evitar que se repitiera: la Declaració­n Universal de Derechos Humanos. La defensa encarnizad­a de esta es, aparte de la garantía de una sociedad mejor, la vacuna más eficaz contra la propagació­n del fascismo que ya gobierna en Brasil, USA… y que ha logrado representa­ción parlamenta­ria en España a través de Vox.

Unamos nuestras voces, intencione­s y hechos contra el fascismo. No permitamos que la historia se repita.

Los oscuros tiempos que vivimos alimentan monstruos que nuestra sociedad sólo puede combatir con unidad

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JAVIER RODRÍGUEZ proyecto@dosorillas.org

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