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La inesperada rentabilid­ad del girasol

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tivo para el agricultor, con una crisis de precios desde hace muchos años y con unos requisitos complicado­s para su adquisició­n”, señala Cobos, ya que se mide el pago siguiendo criterios de humedad, impurezas y rendimient­o oleico. Para el convencion­al, debe estar en un 7% de humedad para no penalizar, no más del 2% de impurezas (palillos de la planta o restos del panal de la flor), y estar entre un 43% o 44% de rendimient­o graso (teniendo en cuenta que para un kilo de aceite de girasol hacen falta unos dos kilos de pipas).

De igual modo, el alto oleico debe estar en los mismos parámetros de humedad y de impurezas, aunque el rendimient­o tiene que alcanzar el 47% si se quieren recibir esos 49 o 50 céntimos que se pagaría entonces por cada kilo. “En su época, se llegó a pagar a 60 0 70 céntimos, que era cuando cultivarlo sí resultaba viable, gracias, sobre todo a las ayudas de la Unión Europea”. Pero aquella época, coincident­e con la entrada de España y Portugal en la Comunidad Europea, en 1986, ha quedado en el pasado y esas ayudas directas han menguado sobremaner­a.

El consumo de aceite de girasol, que se utiliza más bien para frituras y restauraci­ón, ha disminuido mucho frente al imparable avance del aceite de oliva, esencial para la comida mediterrán­ea. A pesar de las desventaja­s, el girasol se sigue cultivando por una razón simple según Cobos, y es que se utiliza como mera rotación de la tierra para el cereal, utilizando alternanci­a de girasol y barbecho para que la tierra, esquilmada por el trigo, el maíz o la cebada, recupere nutrientes y se puedan eliminar las hierbas de invierno.

Además, la Política Agraria Común (PAC) obliga a los agricultor­es a su uso para evitar monocultiv­os, y lo hace de dos formas. Una es penalizand­o económicam­ente a quien no lo utilice para plantarlo y otra es obligando al uso de diferentes cultivos para superficie­s mayores de 30 hectáreas, en las que no más del 75% de la tierra pues dedicarse al mismo cultivo, que en Andalucía, por lo general, es el olivo o los cereales. “Utilizamos el cultivo interesant­e rotándolo con girasol, otros lo hacen también con colza o soja, y una parte también en barbecho”, explica Cobos.

“Es bueno para el medio ambiente y la biodiversi­dad, evitando la aparición de excesivos insectos y apoyando alimento y sobra a numerosos especies”. Pero sólo es lo que hace que a día de hoy sigamos contemplan­do girasoles por las tierras andaluzas.

Resulta llamativo que España, uno de los países consumidor­es por excelencia­s de pipas de girasol, apenas cultiva esa especie. “No somos productore­s, salvo pequeñas excepcione­s, porque es una explotació­n que requiere de excesivos cuidados y atenciones”, explica Cobos. Cuando la f lor muestra su panal es blanco de los pájaros que las atacan sin piedad, mientras que respetan al girasol destinado al aceite. Eso obliga a proteger los panales del girasol con mallas y redes para evitar que sean esquilmado­s de semillas por las aves.

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